El lunes 19, un camión embistió un mercado navideño en la capital de Alemania. Como consecuencia, 12 personas murieron y otras 49 resultaron heridas. La policía sospecha que el autor del atentado fue Anis Amri (24), quien emigró de Túnez en el 2011. Los antecedentes de Amri no eran particularmente recomendables. Primero llegó a Italia, donde estuvo preso casi cuatro años por provocar incendios. En julio del 2015 pasó a Alemania, donde pidió asilo político. Sin embargo, en junio del 2016 su petición fue rechazada cuando se descubrió que estaba en contacto con islamistas radicales. El viernes 23 Amri fue abatido por la policía cerca de Milán.
El Estado Islámico (IS) ha reivindicado el sangriento atentado. No sostiene que Amri pertenecía formalmente al IS, pero publicó un video donde Amri jura lealtad al califa Ibrahim.
Además del trágico costo humano, este atentado –más aun si es seguido por otros similares en los próximos meses– puede tener consecuencias sustanciales, y no solo para Alemania.
Luego de enfrentarse en dos guerras mundiales, en la década de 1950 varios países europeos decidieron que para evitar otra –y por la amenaza soviética– debían embarcarse en el proyecto de integración más grande de la historia. Su resultado, la actual Unión Europea (UE) ha sido un gran éxito trayendo al continente varias décadas de paz, democracia y crecimiento económico. Sin embargo, en los últimos años la UE ha entrado en problemas por dos causas.
Primero, la tasa de crecimiento económico ha bajado. Esto ha aumentado el desempleo y generado mucho descontento.
Segundo, parte considerable de la población de Europa siente cada vez más preocupación y rechazo frente a los millones de musulmanes que en las últimas décadas han inmigrado a sus países. Perciben que ellos no solo no intentan integrarse a la cultura de los estados anfitriones, sino que pretenden imponerles la suya. Pero quizás lo que más les inquieta es la percepción de que la población musulmana en sus países crece cada vez.
Justamente, el triunfo el 23 de junio pasado de la propuesta para que Gran Bretaña abandone la UE (el ‘brexit’) parece deberse principalmente al gran malestar que parte de los británicos siente frente a la inmigración.
En el 2017 habrá elecciones cruciales en Alemania y Francia, que luego del ‘brexit’ son los estados más grandes que quedan en la UE.
En abril, en Francia, la lideresa del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, tiene posibilidades de ganar las elecciones presidenciales. El FN es muy antiinmigrante, y propone retirar a Francia de la OTAN y de la misma UE.
En setiembre habrá elecciones parlamentarias en Alemania. Un nuevo partido, también con ideas populistas de derecha, Alternativa para Alemania (AfD), está cobrando fuerza, capitalizando el creciente descontento con la canciller Angela Merkel por haber dejado entrar en el 2015 a casi un millón de refugiados sirios.
A pesar de que solo una pequeña fracción de los musulmanes en Europa apoyaría el terrorismo, cada nuevo atentado aumenta el rechazo a los inmigrantes y suma votos a los partidos populistas de derecha. Es difícil pensar que el FN y el AfD puedan ganar, pero hace solo tres meses tampoco casi nadie creía que Donald Trump sería presidente.
Así, dos o tres atentados más en los próximos meses –y a veces un fanático actuando solo puede realizarlos– podrían llevar al poder a uno u otro partido, y así debilitar aun más la integración de Europa.