En uno de los más dramáticos enfrentamientos en el boxeo de peso pesado en años, el boxeador británico Tyson Fury fue noqueado dos veces por Deontay Wilder, solo para levantarse, rehusándose a quedarse en el piso. El combate terminó en un empate y Fury vive para pelear un día más. Los casos pueden estar lejos de parecerse pero es difícil no hacer un paralelo entre la resiliencia de Fury y la de la primera ministra británica, Theresa May, una experimentada peleadora en el campo del ‘brexit’.
En toda medida, el liderazgo de May debió estar fuera del combate hace mucho. A dos años del ‘brexit’ –el referéndum en el que se votó por separar al Reino Unido de la Unión Europea luego de 50 años–, la lideresa conservadora ha sufrido una serie de reveses tanto en las manos de los negociadores europeos como en las de sus oponentes en su propio partido y en el Laborista. Por su lado, ex primeros ministros como Tony Blair y John Major están entre los que reclaman un nuevo referéndum para resolver la crisis. May ha descartado esa sugerencia, arguyendo que una medida de esa naturaleza “quebraría la fe con el pueblo británico”. Para los observadores extranjeros, el ‘brexit’ se muestra nada menos que como una revolución, que afectará la política británica por años.
La ‘misión imposible’ de May ha sido tratar de encontrar un acuerdo entre aquellos que ganaron el voto para separarse de Europa (‘brexiteers’) y los que perdieron la batalla por preservar los lazos de Gran Bretaña con el Viejo Continente (‘remainers’). Una de sus mayores batallas ha sido convencer a los ‘brexiteers’ del Partido Conservador de que ella es sincera en su objetivo de dejar la Unión Europea –antes del referéndum, May hizo campaña como una ‘remainer’–. Y mientras se aproxima la fecha límite para la retirada –marzo del 2019–, su desesperación aumenta por conseguir el apoyo de los ‘brexiteers’ por un trato que, según ella, permitirá una salida suave mientras se protege los intereses del país. Pero las preguntas claves se mantienen: ¿cuánto debe pagar el Reino Unido por este divorcio? ¿Cuál será el estatus de los ciudadanos británicos que viven en Europa y el de los europeos que viven en la isla? ¿Cómo se tratará la frontera con Irlanda del Norte y la República de Irlanda –que será la única entre Europa y Gran Bretaña luego del 2019–?
A pesar del entrampamiento político, May ha permanecido de pie en el ring, pero a duras penas. Pero ¿por cuánto tiempo más podrán durar ella y su gobierno? Las críticas que se ciernen sobre los conservadores (en gran medida autoinfligidas) desde el referéndum de mayo del 2016 habrían, a estas alturas, destruido a la mayoría de líderes. A decir verdad, la presión ya ha causado daños: May dejará el liderazgo de su partido antes de la elección del 2022. Pero sus opositores dicen que debería irse ya, argumentando que ya no puede liderar la agrupación.
La semana pasada los eventos casi terminaron dándole el tiro de gracia. El Parlamento debía decidir sobre el trato para dejar la Unión Europea –una etapa fundamental para lograr apoyo para el plan de May–. Sin embargo, anticipándose a una derrota, ella optó por posponer el voto, motivando un intento de “golpe” al interior de su partido. Aunque el voto de “no confianza” falló, este reveló que casi un tercio del Partido Conservador está en su contra. Para apaciguar a sus enemigos, May ha pedido más concesiones a Bruselas, pero sus colegas europeos han rechazado sus súplicas, diciendo que puede haber clarificación, mas no renegociación.
Entonces, aunque May ha sobrevivido para luchar un día más, su espacio de maniobra se reduce cada día. La primera ministra debe llevar a cabo el voto pospuesto en torno a la Unión Europea el 14 de enero, o pensar en otro plan. Empero, con pocas posibilidades de ganar el voto y sin muestras de un plan B, Gran Bretaña parece estar acercándose a un camino lleno de baches sin un fin a la vista. Y con poco más de 100 días antes de alcanzar la fecha límite para la salida, aún no hay certeza de cómo o de si siquiera el Reino Unido dejará la Unión Europea, ni de quién estará a cargo cuando se dé alguno de estos escenarios.
Si todo falla, las pesadillas de los ‘remainers’ de un ‘no trato’ o de un ‘brexit’ duro (o sea, que no haya un trato formal sobre los términos de la salida o que ya no haya relaciones de comercio con la Unión Europea) podrían hacerse realidad. Según dicen, un trato de esta naturaleza podría causarle serios daños a la economía británica y a la posición del país en el mundo. Por otro lado, los ‘brexiteers’ más prominentes argumentan que Gran Bretaña continuaría prosperando incluso sin un trato de salida formal. Ellos evocan el espíritu de la Segunda Guerra Mundial y la renuencia del país para aceptar una derrota durante “la hora más oscura” del conflicto.
Con May o sin ella en el ring, las predicciones contrastantes de los ‘remainers’ y los ‘brexiteers’ serán puestas a prueba pronto.