Hace unas semanas conversamos con cocaleros tradicionales de La Convención. Quienes conocen algo del tema, saben que en esta provincia se produce la mayor parte de la hoja que abastece los usos tradicionales, así como los embrionarios fines industriales en el Perú. Entre sus múltiples preocupaciones, se encuentra el trato que reciben de la Empresa Nacional de la Coca-Enaco.
El asunto principal entre los cocaleros convencianos y la Enaco es el de siempre: el precio que se les paga por su producción. Según señalan los primeros, no se respetan los precios por las diferentes calidades que entregan. Así, se les ofrecería S/70 por un producto que vale S/120. Les dicen que nadie quiere comprar la hoja de coca convenciana. A ello, los cocaleros responden que en Enaco almacenan mal la hoja de coca y la meten toda en los mismos sacos, sin considerar las diferentes calidades. De esta manera se explicaría por qué nadie las querría comprar.
En la lectura de quienes conversaron con nosotros, algo semejante puede ocurrir con las propuestas sobre la hoja de coca que circulan entre el Ejecutivo y el Legislativo. Las ideas oscilan entre la desaparición de Enaco y un pacto social para el autocontrol de los cultivos ahora ilícitos. De una parte, a pesar de las enormes críticas al fallido modelo monopólico de Enaco, se entiende en los testimonios que la empresa permite trazar la línea entre lo que se cultiva tradicionalmente y lo que no. De otro lado, no se comprende la ingenua condescendencia con la que se propone un modelo de autoerradicación que, además, reproduce errores antes criticados por sus actuales autores.
Sobre estas iniciativas la preocupación es muy parecida a la que tienen con lo que vendría ocurriendo en los almacenes de Enaco: estaríamos por meter toda la hoja de coca en el mismo saco. Así, décadas de lucha para defender, reivindicar y mejorar el tratamiento de la hoja de coca tradicional terminarían desvirtuadas por quienes llegaron al gobierno diciendo defenderla. Entre otras cosas, argumentan que, de consumarse estas ideas, sería imposible que las hojas de coca que producen orgánicamente puedan competir con aquella llena de hormonas y agroquímicos que se extiende masivamente depredando los suelos de otros valles.
Aun cuando reconocen la profundidad de la crisis, en las voces de los cocaleros convencianos parece haber un lugar para el anhelo. Se demanda una Enaco que los respete pagándoles lo justo y que les brinde asistencia técnica como la que reciben los agricultores de otros productos. Asimismo, desean ser escuchados en los debates sobre el control social. Finalmente, son los convencianos quienes llevan décadas defendiendo su hoja de coca tradicional de un Estado que les debe un mejor trato, pero también de las redes criminales que solo la valoran como un insumo más del narcotráfico. Y si algo nunca hay que mirar por sobre el hombro es la energía con la que La Convención siempre se ha hecho respetar.
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