Los Juegos Olímpicos de Tokio han estado aún más cargados de lo habitual con cuestiones éticas. Esto ha alimentado el debate y las demandas de poner fin a las Olimpiadas por completo.
A pesar de todo eso, los Juegos están en marcha, y para la mayoría de la población mundial solo queda una decisión moral por tomar: ¿ver o no ver? Si usted es uno de los muchos que ven las acciones del Comité Olímpico Internacional, los patrocinadores y las naciones que compiten como moralmente incorrectas, ¿es ético que sintonice?
Por supuesto, los espectadores no ven los Juegos para respaldar intencionalmente un sistema corrupto o la idea de obtener ganancias sobre la salud pública. Pero al optar ver los Juegos Olímpicos ¿damos un pulgar hacia arriba tácito a todo el espectáculo?
En el centro de esta preocupación está la idea de que simplemente eligiendo entretenernos con algo que implique una mala conducta nos convertimos en cómplices de ella. Pero ¿qué tan preocupados deberíamos estar? Para responder a esta pregunta es necesario desentrañar la idea de complicidad.
Cuando una persona daña directamente a otra, tenemos un caso simple de irregularidad. Una persona es cómplice cuando causa daño indirectamente al estar involucrada en las malas acciones de otros.
Cuando vemos la competición de 400 metros estilo libre o de salto con garrocha en la televisión ¿nos convertimos en cómplices? Aquí, felizmente, el espectador promedio está libre de problemas. No importa cuántos miles de millones de personas sintonicemos, cada acto de visualización en conjunto no equivale a más infecciones por COVID-19 en Japón ni a actos de trampa o abuso.
Pero hay otro tipo de complicidad de la que podríamos preocuparnos. Llamémoslo complicidad de tolerancia. No implica participar en malas acciones con los demás. En cambio, implica tolerar sus malas acciones al parecer respaldarlas o no denunciarlas.
Entonces, ¿dónde nos deja esto a aquellos de nosotros emocionados de sintonizar los eventos en Tokio?
Nosotros, los espectadores comunes, agotados por 18 meses de sobrecargas y bloqueos, ¡estamos ansiosos por ver el programa! ¿No tenemos derecho a un pequeño placer visual?
Yo diría que sí. No todas las malas acciones equivalen a un asesinato. Los Juegos Olímpicos también inspiran a miles de millones, celebran e incentivan logros sobresalientes, fomentan la amistad global, crean empleos, estimulan la inversión pública y mucho más. Quienes están en condiciones de enviar un mensaje claro son los gobiernos, los anunciantes, los patrocinadores corporativos y, por supuesto, los propios deportistas.
–Glosado y editado–
© The New York Times
Contenido sugerido
Contenido GEC