Fabiola León Velarde

Son indudables los progresos hechos por el Perú en el desarrollo científico en las últimas décadas. Se han multiplicado los proyectos de investigación en ciencias básicas y aplicadas en las universidades, en los centros de investigación públicos e, incluso, en algunas empresas privadas. Se ha avanzado en la formación de más y mejores investigadores, tanto en el país como en el extranjero, y hoy existen fondos de investigación que no existían hace 10 o 15 años.

Hay, sin embargo, muchísimo por hacer para que el Gobierno, las universidades y las empresas inviertan más para permitir que la responda con creatividad a los desafíos de la sociedad peruana en aspectos tan diversos y apremiantes como el cambio climático, la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la salud pública, por mencionar algunos de los más importantes.

Si alguien nos hizo ver con más claridad, con más entusiasmo y con más sentido de urgencia la utilidad práctica de la ciencia, ese fue , nuestro más importante divulgador científico, que lamentablemente nos dejó hace unos días. Gracias a él y a su increíble capacidad de exposición, análisis y persuasión, muchas peruanas y peruanos entramos en contacto con la ciencia, desarrollamos nuestra pasión por ella y perseveramos en la difícil tarea de hacer ciencia en el Perú. Sus aportes también motivaron a las autoridades a adoptar políticas públicas y universitarias a favor de la divulgación de la ciencia.

Mucho antes de que Wikipedia y Google ayudaran en tiempo real a responder nuestra curiosidad por los misterios de la vida y el universo, él nos deslumbraba con su sabiduría y nos introducía a los más importantes descubrimientos de la ciencia y las novedades tecnológicas, con información siempre confiable y detallada, en un lenguaje de fácil comprensión. Si tuvo alguna debilidad, esa fue el automovilismo, sobre cuyos progresos y evolución disertaba con pasión.

En cada entrega combinaba magistralmente su conocimiento del saber ancestral con los nuevos avances de la ciencia y la tecnología. Para suerte de sus lectores, fue un temprano entusiasta del mundo de Internet y vio en él un tremendo potencial tanto para aprender como para compartir el conocimiento. Siendo su lengua materna el polaco, nos sorprendía con un perfecto español, que no solo daba cuenta de su facilidad para con los idiomas, sino también de su laboriosidad y de su tenacidad.

El lenguaje complejo de la ciencia, sus códigos –a veces indescifrables– y su tan vasto y diverso ámbito hacen muy difícil la labor de divulgar los avances científicos a un público amplio y no necesariamente iniciado. No obstante, la divulgación es fundamental para el progreso de la ciencia, sobre todo porque motiva nuevas vocaciones de comunicadores para que la ciencia llegue a todos los públicos. Es indispensable que contemos con una gran comunidad de divulgadores, que desde diferentes plataformas y formatos escriban y compartan el conocimiento científico. No podemos ser más un país que mira de costado a la evidencia, por más compleja que esta sea. Debemos apuntar a ser parte de los países que han generado progreso y bienestar gracias a la ciencia y a la tecnología.

Tomás Unger deja un enorme legado a una nueva generación de comunicadores, investigadores, periodistas y maestros de ciencias que, gracias a su ejemplo, se han convertido en divulgadores científicos, desde blogs y redes sociales hasta plataformas de video y otros. Te extrañaremos mucho, querido Tomás.

Fabiola León-Velarde es directora de la Escuela de Posgrado de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Expresidenta del Concytec

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