La reciente decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán y reanudar las sanciones económicas contra el régimen de dicho país proyecta una señal muy negativa.
Uno de los principales problemas para llegar a cualquier acuerdo en el ámbito internacional es lo que se conoce como “problemas de compromiso”. El término se refiere al problema bajo el cual, cuando distintos países negocian algún tipo de acuerdo, sus promesas no son creíbles en el tiempo. En cualquier momento una de las partes puede romper el acuerdo sin que esto acarree sanciones impuestas por una autoridad.
La decisión del Gobierno Estadounidense ilustra bien el problema. El acuerdo denunciado por Trump requirió nueve años para ser aprobado. Las primeras negociaciones se iniciaron en el 2006 y recién en el 2013 se pudieron acordar las líneas de acción del plan. El acuerdo final se firmó en el 2015 e Irán aceptó restricciones a su programa nuclear y someterse a inspecciones que las corroboraran. De hecho, el sistema de inspecciones y verificación implementado en Irán es uno de los más severos jamás implementados en un acuerdo de control de armas. El Organismo Internacional de Energía Atómica ha emitido una serie de reportes en los que concluye que Irán se encuentra en total cumplimiento de sus obligaciones. Por lo mismo, Trump no se atrevió a decir que Irán estaba violando el acuerdo cuando lo denunció, y se limitó a cuestionar las bases del mismo.
Las señales que esta decisión envía a Irán son nefastas. Primero, castiga a este país por cumplir con su parte de un acuerdo internacional. Segundo, fortalece la línea dura dentro del régimen iraní. El actual presidente, Hassan Rohani, candidateó a la presidencia bajo la propuesta de negociar un acuerdo nuclear con EE.UU. y así lograr que se redujeran las sanciones económicas contra Irán. Muchos de sus opositores argumentaban que no se podía confiar en EE.UU., y ahora reclaman que estaban en lo correcto. Irónicamente, EE.UU. no puede sacar mucho provecho de esta nueva situación, no solo porque el Gobierno Iraní tendrá una menor disposición a negociar acuerdos futuro, sino porque hoy puede exigir más que antes al ser un jugador crucial en temas como Siria.
Por otro lado, las señales que envía Trump al resto del mundo no son más prometedoras. Las negociaciones no se produjeron únicamente entre EE.UU. e Irán, sino que contaron con los países del Consejo de Seguridad de la ONU, Alemania y la Unión Europea (UE). No solo Rusia jugó un papel importante, sino que el acuerdo final representaba un hito sin precedentes para la UE, que lucha hace años por lograr una política exterior unificada y coherente. La decisión de Trump viene además tras su rescisión del Acuerdo de París y del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.
EE.UU. se proyecta así como un país cuyos compromisos no valen más que el papel en que están escritos. El presidente Trump no debería ignorar que la credibilidad es una moneda importante en el ámbito internacional, una muy difícil de construir en el tiempo. ¿Qué puede ofrecerle ahora a Corea del Norte para sentarse a negociar?