Al menos desde febrero pasado, y posiblemente desde marzo del 2019, Estados Unidos ha tenido información de inteligencia convincente de que Rusia pagó a combatientes vinculados con los talibanes para asesinar a tropas estadounidenses en Afganistán. Según los reportes, miembros del servicio estadounidense fueron asesinados como resultado de esta operación.
Hasta el día de hoy, el presidente de los Estados Unidos no ha hecho nada al respecto.
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Por el contrario, Donald Trump ha desestimado la información de inteligencia calificándola como no “creíble” y “posiblemente otro engaño fabricado en Rusia, tal vez por las noticias falsas” para “que los republicanos se vean mal”.
Trump también afirmó que ni él ni el vicepresidente Mike Pence fueron notificados sobre esta crítica información antes de que esta fuera reportada por primera vez por “The New York Times”.
Como exasesora de Seguridad Nacional, me resulta extremadamente difícil creer que nadie le haya contado a Trump sobre esta información de inteligencia.
Según reportes, esta se hallaba contenida dentro de la sesión informativa que recibe el presidente todos los días y que se proporciona a todos los funcionarios de seguridad nacional de alto nivel. Incluso si Trump no lee los informes diarios regularmente, debemos asumir que otros sí lo hacen. Si los principales asesores del presidente pensaron que era innecesario informarle de este asunto de vida o muerte, entonces no son dignos de servicio.
Los funcionarios de la Casa Blanca afirman ahora que era inadecuado advertirle al presidente de dicha información hasta que se verificara completamente y se prepararan las opciones de respuesta de los Estados Unidos. Sin embargo, según reportes, la administración informó al Gobierno Británico, y el Consejo de Seguridad Nacional convocó a una reunión interinstitucional en marzo para discutir la información de inteligencia y sus implicancias.
Esto es lo que debería haber sucedido. Si yo, como asesora de Seguridad Nacional, hubiera recibido informes incluso “en bruto” de que Rusia estaba pagando para matar a miembros del servicio estadounidense, habría caminado directamente a la oficina Oval para informar al presidente Trump.
Contrariamente a los ‘spin-masters’ de la Casa Blanca de hoy, no habría esperado hasta tener absoluta certeza. Habría dicho: “Señor presidente, quiero asegurarme de que sepa que tenemos reportes preocupantes de que Rusia está pagando a los talibanes para matar a nuestras fuerzas en Afganistán. Trabajaré con la comunidad de inteligencia para asegurar que la información sea sólida. Mientras tanto, convocaré al equipo de seguridad nacional para ofrecerle algunas opciones sobre cómo responder a esta aparente e importante escalada en las acciones hostiles de Rusia”.
Si más tarde el presidente decidía –como hizo Trump– que quería hablar con el mandatario ruso Vladimir Putin al menos seis veces durante las próximas semanas e invitarlo a unirse a la cumbre del G7, yo habría arrojado una bandera roja: “Presidente, quiero recordarle que creemos que los rusos están matando a soldados estadounidenses. Este no es el momento de darle a Putin una rama de olivo. Es hora de castigarlo”.
Esto es lo que habría sucedido en cualquier administración previa de cualquier partido.
Que aparentemente no ocurriese es profundamente preocupante y plantea innumerables preguntas. Si a Trump se le informó de las acciones rusas, ¿por qué no respondió? Si no, ¿por qué no le dijeron? ¿Son sus principales asesores completamente incompetentes? ¿Están demasiado asustados para darle malas noticias a Trump, particularmente sobre Rusia? ¿Está Trump ejecutando una política exterior completamente divorciada de los intereses de los Estados Unidos?
Existe un patrón peligroso que subraya una extraña propensión de Trump para servir a los intereses rusos por encima de los estadounidenses. Recordemos que, durante la campaña electoral del 2016, Trump instó públicamente a Rusia a ‘hackear’ los correos electrónicos de Hillary Clinton.
También negó y desestimó la interferencia rusa en las elecciones del 2016, y retiró imprudentemente a las tropas estadounidenses del norte de Siria, permitiendo que las fuerzas rusas se hicieran cargo de las bases estadounidenses.
Luego, invitó unilateralmente a Putin a la reunión del G7, una medida que aparentemente alteró la cumbre anual de la organización.
Más recientemente, hemos aprendido que incluso los esfuerzos rusos para masacrar a tropas estadounidenses a sangre fría no perturban a este presidente. Trump ignora la información, evade la responsabilidad y no toma medidas, ni siquiera presenta una protesta diplomática. Ahora, Putin sabe que puede matar a estadounidenses con impunidad.
¿Qué debemos concluir de todo esto? En el mejor de los casos, que nuestro presidente ha abandonado totalmente sus deberes, liderando un proceso de seguridad nacional disfuncional que pone en riesgo a nuestro país y a aquellos que usan su uniforme. En el peor de los casos, que la Casa Blanca está siendo dirigida por mentirosos y débiles que atienden a un presidente que avanza activamente en los intereses nefastos de nuestro archienemigo.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times