Rachel Bovard

A pesar de los intentos casi al unísono de los medios conservadores de declarar que su momento terminó, el expresidente estadounidense se niega a irse. Está oficialmente de vuelta en la búsqueda de la nominación republicana, y esta resistencia de muchas partes del bando republicano oscurece el hecho de que aún puede ganar la nominación, a pesar de que los miembros de la élite de la derecha intentan detenerlo.

El atractivo de Trump ha sido difícil de digerir para muchos políticos y expertos convencionales. Están avergonzados de Trump y, en el caso de los funcionarios electos, de que representan a quienes votarían por él. Pero las características que los republicanos de Washington odian es lo que hace que su base confíe en él. A estos últimos les encanta que Trump señale el sistema y lo llame por lo que es: corrupto.

Recientemente, el comediante Dave Chappelle se concentró en este punto mientras presentaba “Saturday Night Live”. “Vivo en Ohio, entre los blancos pobres”, dijo, y continuó: “Muchos de ustedes no entienden por qué Trump era tan popular”. Chapelle señaló el comentario de Trump en un debate del 2016 con Hillary Clinton: “Él dijo: ‘Sé que el sistema está malogrado porque lo uso’”.

Ese intercambio refleja la esencia de la relación que Trump tiene con su base. Fue sorprendente que alguien dijera en voz alta lo que todos ya sabían: que el sistema funciona para la élite del país, porque para eso está diseñado.

Trump fue un beneficiario de ese sistema, lo que le dio una tremenda credibilidad para denunciarlo. Es uno de los pocos políticos que muchos votantes, que en el 2016 incluyeron a la mayoría de los independientes, sienten que ha sido honesto con ellos.

Pero no es así como muchos votantes y conservadores antisistema ven a los sabios republicanos autoproclamados. ¿Qué hicieron Bob Dole, John Boehner, McConnell, los Bush o los Cheney para detener la inmigración ilegal? ¿O para proteger a las familias y comunidades vulnerables de la globalización?

Toda una generación de líderes republicanos ha ignorado y traicionado las preocupaciones centrales de muchos votantes republicanos, mientras que demasiados de sus puestos de trabajo fueron enviados a China, sus hijos fueron enviados a guerras imposibles de ganar y sus comunidades fueron envenenadas por las drogas.

Comparen este desprecio apenas velado con la forma en que Trump abrazó a los votantes de la clase trabajadora. Fue el único republicano desde Ronald Reagan que parecía gustarle genuinamente a los estadounidenses comunes.

Esto presenta un problema complicado para el gobernador republicano Ron DeSantis de Florida o cualquier otro posible candidato presidencial de dicho partido que busque ser Trump sin ser Trump. La intelectualidad conservadora y los republicanos del ‘establishment’ que abrazan a DeSantis deben entender que su afecto público por él puede terminar perjudicando a un candidato al que buscan ayudar.

Trump todavía quiere cambiar el sistema del que los votantes republicanos desconfían. Desde el 2016, el ‘establishment’ ha encendido más de su credibilidad. Si Trump una vez más se opone a ese sistema, y las personas que dirigen ese sistema altivamente se alinean censuradoramente con otros candidatos, ¿a quién creen que apoyarán los votantes republicanos?


–Glosado, editado y traducido–

© The New York Times

Rachel Bovard es directora de políticas en el Conservative Partnership Institute