El movimiento para avanzar en la equidad de género es uno donde las mujeres somos las protagonistas, y eso está bien. Nadie mejor que nosotras para saber qué tenemos que cambiar en la sociedad para estar mejor. Dicho esto, los hombres juegan múltiples roles críticos en hacer el cambio posible, y es importante que lo reconozcan y tengan las herramientas para aportar en la cancha. Por eso, hoy quiero dirigirles esta columna.
Para empezar, son las parejas con quienes compartimos la crianza y construcción de un hogar y, si no hay equidad en nuestras casas, es muy difícil que pueda haberla en el mercado. Simplemente no es sostenible que las mujeres trabajemos y lleguemos lejos en el mundo profesional y que, además, llevemos la mayoría de la carga de nuestros hogares.
Segundo, ustedes ocupan aún la mayoría de los roles de liderazgo. Están mucho más representados en puestos gerenciales y directivos, tanto en el sector privado como en el público, desde donde se construyen las políticas que permiten el cambio. Sus decisiones y acciones determinan cómo se ve el mercado laboral y a quién le da las oportunidades de crecimiento.
Finalmente, son padres de la siguiente generación, y se educa con el ejemplo. Si quieren que sus hijas puedan ganar lo mismo que sus hijos algún día, o que sus hijos puedan sentirse cómodos con su sensibilidad, deben hacer esta causa también suya. Entender que la equidad de género es progreso no solo para las mujeres, sino también para ustedes, los hombres, las familias y las futuras generaciones. Es una misión compartida. Entendiendo cuál es su espacio.
Tengo la hipótesis de que no vemos a más de ustedes sumarse activamente a esta causa porque no es fácil entender cuál es su lugar (ni si deben tenerlo). Incluso entre aquellos que creen firmemente en la importancia del tema, no es sencillo saber qué decir, y lo entiendo –es un espacio sensible donde un error puede tener repercusiones importantes–. El problema es que este desconocimiento simplemente perpetúa el statu quo y, entonces, al no hacer nada, son parte de que las cosas no cambien.
¿Por dónde empezar a darle la vuelta a este dilema? Comparto aquí algunas ideas.
Primero, reconozcan el problema. El privilegio suele ser invisible para quien lo tiene. El primer paso es aceptar que no está bien que el 41% de las mujeres peruanas no regresen al mercado laboral tras ser madres (y no porque no quieran, sino porque no pueden). Que es real que ganamos menos que los hombres, a pesar de tener mayor educación. Que somos mayoría en trabajos precarios y que demasiadas hemos vivido situaciones de violencia.
Segundo, cuestionen sus propios paradigmas. Todos cargamos sesgos. ¿Contratarían a una mujer embarazada? ¿Piensan que la diversidad va en contra de la meritocracia? ¿A quién le suelen dar más visibilidad en el trabajo? ¿Se han visto alguna vez decidiendo por una mujer en vez de darle la oportunidad de hacerlo ella misma? A veces, sin darnos cuenta y sin la intención de hacerlo, jugamos en contra de la equidad.
Tercero, impulsen las políticas. Esta es la mejor manera de pasar de anécdotas personales a impulsar el cambio sistémico que necesitamos. No basta con sentirse orgullosos de tener a muchas mujeres en su equipo o bañar a sus hijos en la noche (esto es superbueno, pero no es suficiente). Necesitamos de ustedes para crear las políticas que realmente moverán la aguja. Instaurar las licencias de paternidad, tener horarios de trabajo compatibles con la crianza, medir su data de recursos humanos por sexo para identificar las brechas en salarios y promociones (y cerrarlas), tener reuniones donde se escuchen todas las voces. Crear los sistemas que nos permitan avanzar en equidad.
Finalmente, pregunten. Voltéense y pregunten a las mujeres en sus vidas qué necesitan de ustedes para sentirse en un hogar y un trabajo que prioriza la equidad. No dudo de que recibirán muchas buenas ideas sobre cómo pueden involucrarse.