La noticia de la irregular distribución de vacunas en las últimas semanas y meses ha levantado una inmensa y justificada ola de indignación ciudadana. La larga lista de personas irregularmente beneficiadas aparece ante nuestros ojos de forma escandalosa, en un contexto en el que decenas de miles de peruanos han perdido sus vidas a causa de la pandemia, y millones vivimos en la incertidumbre. El hecho de que esa lista incluya a funcionarios públicos y al anterior jefe del Estado –quienes por su posición debían dar ejemplo de transparencia y de integridad– lleva la decepción a un grado superlativo.
Debemos reconocer que el repaso de la historia del Perú republicano no es muy alentador: en efecto, son numerosos los casos –sobre todo en momentos de crisis– de egoísmo, de desinterés por la comunidad, de anteposición del interés personal o de grupo sobre el colectivo. En “El azar en la historia y sus límites”, libro publicado por Jorge Basadre en 1973, el ilustre historiador tacneño nos habla del “Estado empírico” y del “abismo social”. En cuanto a los poderes públicos, es impresionante la vigencia del diagnóstico hecho por Basadre con referencia a siglos pasados: “El Poder Ejecutivo osciló frecuentemente entre el abuso o la impotencia. El Poder Legislativo, caracterizado en forma creciente, dentro de los últimos tiempos, por la mediocridad de sus miembros, salvo excepciones, acentuó su afán de interferir en la administración pública y de apoyar leyes empíricas, o movidas por minúsculos e impuros intereses, o proclives a acentuar el desequilibrio en el Fisco”.
Al parecer no hemos avanzado en suscitar un Estado eficiente y una sociedad solidaria. Pero no todo es negativo. El escándalo de hoy debe actuar de revulsivo para tomar conciencia del cambio que necesitan nuestro Estado y nuestra sociedad. No hay que caer en el pesimismo. Tenemos ejemplos que nos pueden motivar a desenvolvernos correctamente y generar un impacto positivo en la sociedad y en el Estado. La superación del abismo social y la construcción de un Estado “en forma” pasan, en efecto, por un cambio en cada peruano y cada peruana en el día a día de sus vidas. Así, son muchísimos los compatriotas nuestros que, durante estos largos meses de pandemia, han dado muestras admirables de espíritu de servicio y de entrega a los demás, en los diversos frentes de la sociedad. Quiero pensar que constituyen la mayoría. Además, y en medio del desconcierto en el que vivimos, podemos esperar que el sacrificio de tantas personas buenas que, víctimas de la pandemia, han dado sus vidas por ayudar a los demás –en especial tantos profesionales de la salud, policías y otros servidores públicos– sea un germen que nos lleve a convertirnos en una sociedad mejor y más integrada.
Nunca es tarde para acometer seriamente la construcción de una identidad solidaria entre todos los peruanos. Basadre, en el mismo libro, nos recuerda que, a pesar de tantos capítulos negativos de nuestra historia republicana, hay también episodios positivos de los cuales podemos sentirnos legítimamente orgullosos. En ese sentido escribió que “mucha gente buena amó al Perú, pensó en él, se sacrificó por él, murió por él”.
El ejemplo de esas personas –las de antes y las de ahora– que han muerto por el Perú, no debe caer en saco roto. El mismo Basadre dijo que en nuestra historia hay muchas noches, pero que tampoco han faltado las auroras. Esperemos que los años por venir, a partir del bicentenario, constituyan una de esas auroras.
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