Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, es el impulsor de la Asamblea Constituyente. (AFP).
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, es el impulsor de la Asamblea Constituyente. (AFP).
Francisco Belaunde

Para las democracias latinoamericanas es riesgoso que prospere impunemente otra dictadura en la región, además de la de Cuba. Ese es todo el sentido de la Carta Democrática adoptada en el marco de la OEA que, si bien comprende también a Canadá y a Estados Unidos, es especialmente aplicable a nuestros países por las tentaciones autoritarias que, en general, nos acechan todavía y que pueden contagiarse como una epidemia si no son atajadas oportunamente.

En otras palabras, la condena por y Juan Manuel Santos, entre otros gobernantes, de los atropellos cometidos por el régimen chavista en encabezado por , no debe ser vista solamente como un gesto de solidaridad con el pueblo llanero y a favor de la democracia en la tierra de Bolívar (lo que, con razón, puede dar pie a acusaciones de hipocresía por el silencio que, en paralelo, se tiene respecto, por ejemplo, de la situación en China). También deben ser interpretada como un acto en defensa de los intereses nacionales del Perú, Colombia y de otros países, pues queremos preservar nuestros sistemas democráticos y, en ese sentido, lo que suceda en otros continentes no nos afecta tanto. Es decir, también en ese aspecto, se puede hablar de ‘realpolitik’.

Es bienvenida entonces la iniciativa del Gobierno Peruano de convocar a una ; entre ellos, a los de Brasil, Argentina, Colombia y Chile, para el 8 de este mes, a fin de examinar la situación en Venezuela y, eventualmente, acordar acciones conjuntas. También lo es el pronunciamiento de la Unión Europea desconociendo la “elección” de la Asamblea Nacional Constituyente. Es importante acrecentar el aislamiento del sátrapa de Miraflores y de sus socios y seguir dando muestras de que no se aceptará sin reaccionar la consolidación de su dictadura. No obstante, ello no quiere decir que se deba necesariamente ir hasta la ruptura de relaciones diplomáticas, como vienen exigiendo algunas voces locales. No olvidemos que hay todavía una comunidad peruana importante en Venezuela. En todo caso, no es conveniente que el Perú adopte esa medida de manera aislada, sino de consuno con otros países.

A lo anterior, como modo de acción, se suman las sanciones. El presidente estadounidense ya está castigando a varios jerarcas chavistas, incluyendo al propio Nicolás Maduro, ordenando el congelamiento de las cuentas y bienes que éstos pudieran tener en Estados Unidos, así como retirándoles la visa. El jefe del gobierno español, Mariano Rajoy, ha pedido que la Unión Europea siga un camino similar. En cambio, la posibilidad de sanciones económicas al país en su conjunto debe ser manejada con cuidado por las consecuencias en las condiciones de vida de la población –ya críticas por la recesión, la inflación y la aguda escasez de bienes de primera necesidad–. A ese respecto, diversos analistas como y , se han pronunciado en contra de que la Casa Blanca suspenda la importación de petróleo venezolano.

Ciertamente, Maduro cuenta con el apoyo de algunos gobiernos como los de Bolivia, Nicaragua y la propia Rusia, entre otros, pero ese es un apoyo minoritario. Por otro lado, China, que cuenta con importantes inversiones en el país llanero, además de haber prestado dinero por un monto que se calcula en alrededor de US$65.000 millones, no se ha pronunciado hasta ahora. Y no parece que lo vaya a hacer.

Sin duda, hay un límite a lo que la diplomacia puede lograr frente a la tozudez y la desesperación de la gavilla chavista por mantenerse en el poder, pero, de todos modos, constituye un apoyo importante para las fuerzas de la oposición que luchan en las calles de Caracas y de otras ciudades venezolanas. A no cejar entonces en el esfuerzo hasta que triunfe la causa de la democracia.