Hace casi diez años decidí fundar Videnza porque sentía que en el mercado peruano hacía falta una empresa cuyo móvil principal fuera contribuir al desarrollo del país ofreciendo análisis basado en evidencia. Hoy, en medio de la fuerte tensión social y política que vivimos, quiero enfocar mi última columna del 2023 a rescatar la importancia de la evidencia para combatir la polarización que nos divide.
Cuando diseñamos una política pública, mientras más nos alejemos de la información científica, más espacio daremos para ideologías y prejuicios, y menos eficiente será la intervención que proponemos. Lo que corresponde es buscar la mejor evidencia científica disponible sobre el problema que queremos atajar, si hay soluciones que ya han funcionado, cómo pueden ajustarse a nuestro contexto, y qué herramientas de monitoreo y evaluación usaremos para medir su desempeño.
Lo mismo sucede en nuestras relaciones interpersonales. Hoy, cualquiera que piensa distinto es la encarnación del mal o, más precisamente, de todos nuestros males. Lo explica muy bien el reciente artículo “Polarización, un gran reto para la salud mental”, publicado en el diario español “El País”: “Lo que yo pienso y siento es cierto. Si te metes con tal político, te metes conmigo. No leo lo que publique ese periódico. Si ha dicho eso tal persona, no me interesa. O ellos o nosotros”. Agregaría que en el Perú cualquier opinión contraria es considerada un ataque o una falsedad conspirativa. Y se minimiza y hasta se justifica el mal actuar de quien piensa como uno.
En un contexto en el que lo que siente o piensa alguien con quien no nos identificamos carece de importancia, la polarización es afectiva, no ideológica. Así lo señala Míriam Juan-Torres González, jefa de investigación del programa Democracy & Belonging Forum en la Universidad de Berkeley, California (“Nueva Revista”, julio 2023). Precisa que la polarización afectiva está ligada a cómo se construyen las identidades de grupo, y que, “si se descontrola, hace que los pactos entre determinados actores sean prácticamente imposibles”.
La experta explica que la polarización afectiva se da cuando se toma la parte por el todo, cuando reducimos a nuestros interlocutores a una sola dimensión (caviares/no caviares, por ejemplo). La sociedad y la política pasan a dividirse en “nosotros contra ellos”. Cuando esto sucede, el futuro de unos depende de la derrota de los otros.
Ojo que la polarización no es la ausencia de acuerdo. El desacuerdo es inherente a toda sociedad democrática. Pero si el diálogo, la negociación y la deliberación no son posibles, tampoco lo serán los pactos. Y es ahí cuando la democracia misma está en juego.
En el Perú de hoy, estás conmigo o estás contra mí. Y así no podemos avanzar, porque, cuanto más polarizados estemos, más dispuestos estaremos a propagar desinformación, dado que solo apoyaremos las narrativas que ‘confirman’ nuestra posición, por más absurda e inverosímil que sea. Es decir, nos alejaremos de la evidencia y de la necesidad de cuestionar y cuestionarnos.
Como muestra, vemos defensas cerradas de personajes como la suspendida fiscal de la Nación, Patricia Benavides, que no solo tiene mucho que aclarar, sino el deber de hacerlo como funcionaria que todavía es. Pero quienes creen que “nos salvó” de Pedro Castillo al abrirle investigación (como ya habían hecho otros fiscales) la defenderán pese a todo, incluidas las graves evidencias de corrupción en su contra. ¿Pruebas? Para qué, si lo que yo pienso es lo único que importa y para mí ella es víctima de una conspiración caviar. Punto.
Hace unos años, vi un documental corto en el “New York Times” que me impactó mucho. Titulado “My Enemy, My Brother” (“Mi enemigo, mi hermano”), es la historia real de dos supervivientes de la guerra Irán-Irak de la década de 1980. Estando en medio del conflicto, el iraní Zahed encontró gravemente herido a Najah, soldado enemigo iraquí, y tuvo un acto de piedad que cambiaría la vida de ambos. Años después se encontraron en Canadá en sorprendentes circunstancias. Es una historia increíble de humanidad, de cómo esta trasciende las diferencias religiosas y políticas. De cómo dos antiguos enemigos encontraron que tenían muchas más similitudes que diferencias. Les recomiendo mucho verla. Estoy segura de que, salvando todas las distancias, entre las facciones que vemos en nuestro país también hay muchas más similitudes que diferencias.
En estas navidades, reflexionemos sobre la importancia de acercarnos con curiosidad a personas con ideas distintas a las nuestras. Hagamos el esfuerzo consciente de escuchar y de debatir con argumentos, no con emociones. No difundamos mensajes de dudosa procedencia. Preguntémonos qué nos motiva a compartir determinado contenido y si aporta al debate, o si, por el contrario, polariza aún más. Evitemos relatos maniqueos donde solo hay cabida para héroes o villanos, para blanco o negro. En su lugar, recuperemos el diálogo alturado y pongamos al bien común por encima de nuestros intereses particulares.
Brindemos por un 2024 en un Perú mejor. Muy feliz año nuevo para todos.