En este 2014 que agoniza, nos han dejado Gabriel García Márquez, Chespirito y Robin Williams. Explotó el escándalo Orellana, Alemania ganó el Mundial de Fútbol y el gobierno sumó su sexto ministro del Interior.
Aunque el restablecimiento de las relaciones entre EE.UU. y Cuba ha remecido al mundo, en el Perú, no hay dudas de que el año se ha visto marcado por el sicariato.
Hasta setiembre, la dirección de homicidios de la policía reconocía que cada día moría una persona por un ajuste de cuentas en el país. ¿Le parece exagerado? Es que no todos los asesinados manejan un Lamborghini como Hugo Quintana Bardelli, acribillado en una calle de Surquillo en mayo; mueren en la puerta del Rincón Gaucho como Juan Sánchez Navarro en octubre o son importantes políticos regionales como Ezequiel Nolasco, asesinado en Huacho en marzo.
El último martes, un chiquillo de 16 años fue ultimado en un barrio de Lima, según las primeras versiones, por pistoleros enviados por la ex pareja de su enamorada. Y la mañana de ayer, en Cartavio (La Libertad), tres menores de edad asesinaron a balazos a un vigilante luego de que este saliera de una panadería. La estadística seguramente continuará creciendo en los pocos días que le quedan a diciembre.
Si bien existen especialistas empleados por mafias de narcotraficantes que arriban al país para realizar esos ‘trabajitos’ (tras lo cual se esfuman con increíble rapidez), en el Perú los sicarios son muy jóvenes. Suelen tener entre 14 y 25 años y, de acuerdo con un informe publicado en este Diario, pueden matar a cambio de 300 soles.
La mayoría trabaja para extorsionadores, como organizaciones de construcción civil. Los menores de edad tienen alta demanda no solo por su falta de escrúpulos para acabar con una vida, sino porque si son atrapados, saben que recibirán penas relativamente leves. Y, detalle importante, no cobran mucho.
Estos actos demenciales que, en su momento, acapararon amplios espacios en los medios de comunicación, han pasado a ser parte de nuestro dramático día a día. El asesinato a sangre fría se ha alejado de las primeras planas para convertirse en una noticia del montón, un nuevo número para la estadística de desgracias que crecen a diario, sin añadirle más volumen al espanto.
En este sentido, el 2015 asoma aun más peligroso por su carácter preelectoral. La precaria institucionalidad de las agrupaciones políticas las convierte en terreno fértil para la disputa encarnizada por cuotas de poder, así como desencadenante de otros conflictos. A ello se agrega el marcado crecimiento de la extorsión, tanto en Lima como el resto del país, en los sectores comercio y construcción.
Ha llegado el momento, pues, de que el trabajo que el ministro Urresti afirma estar llevando a cabo desde que asumió la cartera del Interior, empiece a reflejarse en hechos concretos. La pirotecnia verbal hace mucho ruido, pero suele ser efímera. Y si se usa sin cuidado, se puede salir muy quemado.