Uno: La de la Nación ha hecho y sigue haciendo una gran contribución al país con la revolucionaria y firme decisión de investigar la corrupción en lo alto del poder. Prueba de que fue (y va) en serio es que están a cargo de la tarea la fiscal Marita Barreto y el coronel Harvey Colchado, símbolos de lo mejor que hay en ambas instituciones.

Podría seguir elogiándola señalando que los jurados de su tesis de doctorado la calificaron ‘suma cum laude’ (algo así como 20/20), pero ninguno recuerda bien la tesis, nadie la tiene y ella sostiene que, pese a que por ello le otorgaron la nota máxima en la evaluación de su carrera en la Junta Nacional de Justicia, no quiere mostrarla.

Es verdad que hay muchos poderosos en el gobierno que feneció y en el que se inicia a los que no les vendría mal que la fiscal dejara el cargo o se chamuscase en su ejercicio, pero, a la vez, su actitud es la opuesta a la de una orgullosa autora de una laureada tesis de doctorado. Se trata de una extrañísima situación y no sabemos aún sobre el desenlace y sus consecuencias, que largamente podrían trascender a su propio destino.

Dos: Imagino a una familia que llegó a Lima desde la región central hace unos 50 años buscando nuevos horizontes para sus hijos. De seguro ya sus paisanos que llegaron antes habían logrado tener un techo precario, aunque sea junto al río; y que rápido se dieron cuenta de que ellos tampoco podían acceder a más.

El crecimiento económico de estas décadas, que redujo la pobreza significativamente, les permitió de a pocos, y por lo menos en dos generaciones, convertir esas esteras en una casa de tres pisos de “material noble, completa y acabada, dos tanques de agua en el techo y probablemente equipada con todo lo importante para llevar una vida razonable”.

En unos veranos más que en otros, el río hablador les advertía que su situación era muy precaria. Cuántas veces habrán discutido si debían empezar de nuevo en otro lugar, pero cruzando los dedos decidían esperar un añito más, porque no había con qué, porque lo ahorrado se usó para la casa y en la educación de los muchachos.

Si cuando llegaron el Estado fue incapaz de derivarlos a un programa formal de viviendas en un lugar adecuado, esta vez sí había dinero más que suficiente; no para todo, pero sin duda sí para construir muros de protección, para que su casa no se cayera enterita al río, junto con todas sus ilusiones.

A su casa se la llevó la corrupción y la ineficiencia. Hay responsabilidades que vienen de mucho antes, pero el símbolo de que la urgencia se había convertido en frivolidad total lo da Castillo por quien puso al mando de la “Reconstrucción con Cambios”.

El individuo, a poco de haber asumido el cargo, ya había gastado medio millón de soles. ¿Para tareas de urgencia porque este año la cosa se ponía fea, como reportaba el Senamhi?

No. En casacas, gorras y otras prendas para visibilizarse, en sofás y sillas ergonómicas para las salas de trabajo, en sobreabundantes aceitunas para aplacar el hambre en sus sacrificadas reuniones y hasta en carísimos cursos de inglés privados para él y otros funcionarios.

Esa familia estaba tan sola como cuando llegó.

Tres: Probablemente Rosio Torres no lo sabe, pero no es una pionera, sino que pertenece a una ya larga estirpe que se inicia muchísimos años antes de que lo suyo fuese descubierto.

De hecho, al primer congresista al que se le conoció la mala maña de apropiarse de parte de los sueldos de sus trabajadores lo bautizaron como “achica sueldo”, en recuerdo de uno de los comerciales más famosos de la historia de nuestra TV, “Achica precio”, de Toshiro Konishi.

No sé si ese primero fue Michael Urtecho, pero de seguro fue uno de los casos que más impactaron, dado el contraste con la empatía intuitiva que generaba la paralizante enfermedad que sufre. Él fue elegido en el 2006 por Unidad Nacional, reelegido en el 2011 por Solidaridad Nacional y fue descubierto recién en el 2013. La última noticia que hay sobre su caso es de febrero pasado (¡diez años después!), y da cuenta de una audiencia judicial en la que la fiscalía pide 24 años de prisión para él.

¿Será escarmiento suficiente para otros congresistas? Por supuesto que no, porque en esto también aplica lo de “descubrieron al otro por imbécil, pero eso no me va a pasar a mí”.

Ahí va una lista, de seguro incompleta, de casos similares de los últimos años. En el 2018 Lizbeth Robles (Fuerza Popular). En el 2019 Jorge Castro (Frente Amplio) y César Campos (Fuerza Popular). En el 2020 Rosario Paredes (Acción Popular). En este fue descubierta primero Magaly Ruiz, también de Alianza para el Progreso. Por cierto, y para añadirle ironía al agravio, Rosio Torres integraba la Comisión de Ética Parlamentaria del honorable Congreso de la República.

Inevitablemente, como en tantos otros casos de corrupción en el poder, me viene la pregunta: ¿fue el robar una decisión previa al cargo o se fueron pudriendo en el camino?



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad