Érase una vez, la política peruana contaba con el juego de caudillos regionales: notables personalidades en sus departamentos que dominaban la política local y eran referentes e interlocutores entre el centralismo limeño y el “interior” del país, con legitimidad y alta capacidad de control sobre la opinión pública en sus predios. Con el colapso partidario en los años noventa, esta especie también entró en extinción; hoy es una rara avis. Quizás José Murgia (La Libertad) sea el último en despedirse tras los comicios del próximo octubre, sin penas ni glorias.
En su reemplazo, han surgido representantes políticos de las nuevas burguesías informales, aunque sin su notoria legitimidad y liderazgo. Estos nuevos actores no construyen fidelidades con base en su prestigio o en propuestas regionalistas, sino mediante aparatos clientelares y el usufructo mercantil de su paso por el poder. Es decir, gracias a la informalización de la política. Por ello les cuesta mantener su vigencia política en el tiempo y apelan a ser “el mal menor” en sus recintos. Son pocas las figuras políticas regionales con sólido respaldo popular.
Las últimas encuestas de CPI (con representatividad regional) en algunas jurisdicciones del país muestran solo dos liderazgos subnacionales fuertes: César Acuña en La Libertad y Félix Moreno en el Callao, con una intención de voto del 42% y 68%, respectivamente. Ambos lideran proyectos políticos de temerarias maquinarias como APP en el Norte y Chimpún Callao en el puerto. (Aprovecho para recomendar los trabajos de Rodrigo Barnechea y José Carlos Rojas sobre sendos movimientos). La distancia entre Acuña y Murgia es de 31 puntos porcentuales y la de Moreno sobre su más cercano competidor (Castillo, de AP), de 63 puntos. Si añadimos el caso de Luis Castañeda en Lima, observamos tres proyectos personalistas exitosos en las urnas y deficitarios en sus solvencias programáticas.
En ninguna otra región existen liderazgos con capital electoral que alcancen el tercio de la intención de voto. Según CPI, Humberto Acuña en Lambayeque y Fernando Meléndez en Loreto son favoritos en sus zonas, pero no por un apoyo abrumador (25% y 29%, respectivamente), sino por la ventaja sobre sus más cercanos competidores (16 y 19 puntos porcentuales respectivamente). En Áncash, Waldo Ríos cuenta con el favor del 18,7% de su electorado, superando por 13 puntos al segundo entre las preferencias. El apoyo de la maquinaria de APP en el norte y el desprestigio de las presidencias regionales de Yván Vásquez (Loreto) y César Álvarez (Áncash) favorecen las candidaturas mencionadas. Los méritos propios son, en cambio, secundarios.
Otros “favoritos” cuentan con un apoyo estrecho para ser punteros: el ¿congresista? Marco Falconí lidera en Arequipa con 13%, Walter Aduviri en Puno con 14,6% y Rómulo Triveño en Ica con 14,2%. Estos candidatos emergen de la fragmentación política en sus regiones y, especialmente, de la desafección ciudadana, indicada en votos en blanco, superiores al 20% en cada departamento. Lo más probable es que en segunda vuelta se elija a una nueva autoridad, no a un nuevo líder político.