Hace pocas semanas tuvimos la triste noticia de que el doctor Manuel Pablo Olaechea Du Bois había fallecido. Y es así que quienes lo conocíamos y admirábamos sentimos una pena muy profunda. Una innegable personalidad del Derecho ya no estaría en el futuro físicamente presente entre quienes lo estimábamos. Pero, sin duda, lo estará en nuestra memoria y en nuestro corazón.
Trabajé durante diez años en el Estudio Olaechea y pude así apreciar la inteligencia, el espíritu siempre creativo, el gran interés y amor por el Perú y su entusiasta compromiso no solamente con el Derecho sino también con otros campos tan variados como la enología y la hípica, sus grandes pasiones. Estas últimas lo llevaron, en el primer caso, a desarrollar extraordinariamente los vinos de su hacienda Tacama, trayendo para ello al mejor enólogo de Francia del momento. Además, fue un ardiente defensor de la peruanidad del pisco. En el caso de la hípica, su entusiasmo lo impulsó a fundar el Club Ecuestre Huachipa. Fue también un gran aficionado a los toros, habiendo asistido a las corridas en su barrera de Sombra hasta que cumplió 90 años.
Muchas veces en los corredores del estudio encontrábamos al doctor Manuel –como lo llamábamos cariñosamente los abogados del estudio– y esto era motivo para tener una interesantísima conversación, a la que se plegaban todos los abogados que por cualquier razón pasaban cerca del grupo.
Uno de los temas más controvertidos era el referente al tipo de economía que debía implantarse en el Perú. Siendo un entusiasta lector de Ludwig von Mises, sostenía que la intervención del Gobierno en la economía, generalmente, desnaturalizaba la dinámica propia de esa importante actividad. Por ese motivo, había que luchar siempre por una economía libertaria, como lo planteaba la Escuela Austríaca de Economía.
Esta mente creativa hizo que el doctor Manuel, con una visión de avanzada, asumiera el estudio jurídico heredado de su padre y lo reorganizara para convertirlo en el primer estudio jurídico moderno que tuvo el Perú.
En realidad, el estudio jurídico se creó en 1878 por el abuelo del doctor Manuel, llamado también como él, esto es, Manuel Pablo Olaechea. Sin embargo, en esa época los estudios eran en su mayor parte unipersonales, con la colaboración solo de un pasante o de un amanuense. Y, por otra parte, la profesión de abogado estaba muy vinculada a la actividad política. Cuando fallece el fundador, es Manuel Augusto Olaechea, padre del doctor Manuel, quien asume el estudio y además ejerce la cátedra de Derecho Civil en la Universidad de San Marcos. Por otra parte, participó muy activamente en la elaboración del Código Civil de 1936.
Sin embargo, el concepto de estudio, aunque ya admitía varios abogados, todavía estaba basado en la idea de “comunidad de techo”, esto es, varios abogados independientes reunidos en un solo local.
Cuando el doctor Manuel asume el estudio, a la muerte de su padre, le da un carácter completamente nuevo, moderno. Dividió la actividad por materias jurídicas y buscó a las figuras más prominentes en cada uno estos campos para integrar el bufete. Es así como invitó a un magistrado del Poder Judicial, el doctor Jorge Vega García, para el campo civil; igualmente, convocó a un abogado de la Superintendencia Nacional de Contribuciones, Alfonso Rubio, para que se ocupara de los problemas tributarios. Dos civilistas jóvenes, Felipe Osterling y Max Arias-Schreiber, tomaron a su cargo el Derecho Contractual. Un abogado también joven fue contratado como laboralista. Y a ellos se unieron posteriormente Enrique Normand y el autor de estas líneas para colaborar en el campo del Derecho Tributario y en el campo del Derecho Civil, respectivamente. Pero todos estos abogados formaban una sola oficina asociada en la que los gastos, administración, clientes, biblioteca y archivos eran comunes a todos los abogados. Esta nueva organización empresarial del estudio resultó extraordinariamente eficiente, pues permitía atender en forma integral las necesidades de los clientes, lo que convirtió al Estudio Olaechea en el más prominente de Lima, gracias a la visión moderna e incluso podríamos decir atrevida del doctor Manuel.
Aprendí mucho durante los años que pasé primero como practicante, luego como asociado y finalmente como socio del Estudio Olaechea. Por eso, desde estas líneas quiero agradecer con mucho sentimiento esa lección viva que me dio el doctor Manuel con sus palabras y con sus actos. Y quiero además rendirle un sentido y público homenaje a este gran abogado que le dio tanto al Perú.