Desde hace dos semanas, en la soledad del departamento de Puerto Madero donde está alojado, Alberto Fernández debe estarse lamentando el día en que aceptó ser candidato a la presidencia argentina. Había retomado la docencia y seguía siendo un dirigente influyente dentro del peronismo. Pero, de pronto, ya estaba en campaña de la mano de Cristina Fernández de Kirchner.
Era el 2019 y terminó ganando las elecciones. Paralelamente, su vida personal era compleja. Tenía una relación intermitente con Fabiola Yáñez, una actriz y periodista que era 22 años menor que él, a quien conoció en el 2013. Las revelaciones de la prensa argentina –que no ha dejado de tocar el tema– dan cuenta de que la relación entre ambos estaba casi terminada antes de aceptar la candidatura. Pero Yáñez terminó siendo la primera dama.
Su rol, sin embargo, siempre fue de perfil bajo. Hasta que en agosto del 2021 se destapó el escándalo de su fiesta de cumpleaños en la Quinta de Olivos, la residencia presidencial. En el 2020, en el momento más estricto del confinamiento por el COVID-19, la primera dama organizó una reunión –en la que estuvo el expresidente– cuando se suponía que nadie podía ni debía hacerlo.
Esta semana, Yáñez ya dijo ante la justicia argentina que aquel hecho le valió una paliza de Fernández, una de muchas, según ha denunciado públicamente, y que ahora tienen al exmandatario –por lo demás, mujeriego empedernido y que usaba el despacho presidencial para otros avatares– entre la espada y la pared, acusado de violencia de género, terrorismo psicológico y abuso de poder. Ella afirma que la violencia data del 2016, año en el que incluso la forzó a realizarse un aborto, cuando aún la ley no lo permitía. Se trata del mismo Fernández que se autodenominó el primer presidente feminista de la historia argentina y que dijo que nunca había sido un corrupto.
Pero de la corrupción tampoco se habría salvado. Justamente, si se supo de los golpes contra Yáñez, fue porque la justicia argentina venía investigando hace meses cómo instituciones del Estado contrataron pólizas de seguros para beneficiar a intermediarios o ‘brokers’ vinculados a funcionarios peronistas. Uno de ellos, el esposo de la secretaria personal de Fernández, María Cantero. Ella recibió mensajes en su celular de la propia Yáñez –con fotos explícitas– que mostraban los golpes y que eran ‘vox populi’ en la Casa Rosada, pero que decidieron esconder bajo la alfombra.