Gonzalo Banda

El escenario previo a las del 2026 en el se parece a ese video que está circulando por redes sociales donde dos conductores de un auto y un bus se encaran en medio de la pista. Ambos decidieron interrumpir el tráfico infernal hasta resolver su pleito, cruzando sus vehículos en los carriles centrales mientras las bocinas estallan. El conductor del bus destruye el retrovisor del auto y el del auto –de un puñetazo– rompe el retrovisor del bus. Intentan agarrarse a golpes, pero una trabajadora del bus se interpone, así que están dispuestos a infligir el mayor daño posible a sus vehículos. El conductor del auto destruye una de las plumillas del bus y el del bus destruye con el puño el parabrisas posterior del auto. El conductor del auto arremete contra la otra plumilla del bus y la usa para destruir el parabrisas del bus. Durante toda la escena, la multitud ha celebrado este estado de guerra de unos contra otros que no ha conducido más que a dos hombres empobrecidos que tendrán que reparar sus vehículos por su cuenta. “¡Rómpele!”, es lo único que ha gritado la gente.

Ese ha sido el estado de crispación al que nos han conducido las vacancias, la disolución del y la muerte de ciudadanos en protestas. Un estado de destrucción del interés general donde vale más incapacitar al enemigo que construir un proyecto , con la participación de más de 50 fuerzas políticas.

El Congreso ha conseguido aprobar reformas para capturar algunas instituciones claves y, salvo la , solo han maquillado la reforma política para controlar la oferta política. En los últimos días, los políticos regionales han desfilado ante los dueños de los para besarles las manos por un lugar en la lista, ofreciendo logística y bases.

Los opositores del hacen un llamado a la insurgencia popular en el que se cuela un expresidente acostumbrado a saltarse las colas para vacunarse mientras miles de médicos morían en . Los perdedores de las tres últimas segundas vueltas –el albertismo y el ‘aggiornado’– apelan al demiurgo original para conseguir posicionarse dentro de la opinión pública como la verdadera alternativa de mano dura. Para qué inventar el peruano si todavía vive .

Todas las señales apuntan a una elección en el 2026 extremadamente fragmentada, donde los partidos más organizados lograrán cuotas en el y en el mucho mayores a su real significancia. Pero, al mismo tiempo, se vislumbra un presidente débil, con una bancada endeble que estará más preocupado de la supervivencia que de su programa de gobierno. Algunos actores políticos se han dado cuenta de que es importante ser presidente, pero es más importante controlar las instituciones que reparten cuotas de poder que permitan gobernar.

Por eso, están dispuestos a ir a la pelea en el , la , la y el . No importa si salen más pobres; hay que romper los parabrisas y las plumillas de los enemigos. Esta escena política, cada vez más disfuncional, penetrada por el y los políticos patrimonialistas, le ha ganado la batalla a la construcción de alianzas políticas programáticas duraderas. La política peruana ha entrado en esa dinámica perniciosa donde solo vale romper parabrisas y donde los electores gritarán: “¡Rómpele!”.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gonzalo Banda es Analista político

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