Giulio Valz-Gen

Para esbozar una interpretación de lo que viene ocurriendo en las últimas semanas, debemos regresar a la premisa básica del interés principal de los actores políticos. Por el lado del Congreso y el Ejecutivo, la tarea es sobrevivir el máximo tiempo posible en sus cargos.

Sin embargo, esta no es una sobrevivencia estilo muertito; es decir, no es que los actores estén dispuestos a no hacer nada hasta el 2026. Quien lleva la voz cantante en el mundo de la acción es principalmente el bloque que originalmente se opuso a Pedro Castillo y que ahora le da estabilidad a la presidenta Dina Boluarte. No se confunda, no es que apoyen a la mandataria porque tengan una agenda común, es que no les conviene que ella trastabille porque su caída implicaría la suya.

En el caso del Ejecutivo, su ‘plan’ (las comillas son intencionales) es más reactivo frente a aquello que mueve el Congreso, la fiscalía, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, la contraloría, la economía, la prensa, la agenda internacional, el clima y un gran etcétera. Hacen lo que se necesite para no enfrentarse con el Congreso y navegar el huaico constante en el que vivimos.

Una prueba de esto es la decisión de apoyar la excarcelación del expresidente Alberto Fujimori ocurrida la semana pasada. El Gobierno tuvo en sus manos la llave de la prisión y bien pudo dejarla cerrada luego de la resolución del presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que pedía al Estado que se abstenga de ejecutar el mandato del Tribunal Constitucional. Más allá de los argumentos legales de uno y otro lado, imaginemos por un momento qué hubiese ocurrido si el binomio Boluarte-Otárola decidía no abrir la puerta de la Diroes.

Un enfrentamiento abierto con la principal fuerza del Congreso habría podido tener consecuencias nucleares. Si somos realistas y regresamos a la premisa básica de sobrevivencia, no había forma de que el Gobierno asumiera el costo político de mantener a Alberto Fujimori preso. Sin respaldo político ni ciudadano (la última encuesta de Datum para El Comercio indica que la aprobación de la presidenta es de 9%), sus chances de caída habrían aumentado significativamente.

A esto hay que añadirle el buen manejo comunicacional del fujimorismo en el contexto de la salida de su máximo líder y que, a diferencia de otros tiempos, el principal anti del fujimorismo parece haber mutado permanentemente, junto con el cambio generacional, de Alberto a Keiko. No había mucho riesgo de protestas y, por ahora, la excarcelación del exmandatario no parece estar ni cerca de ser uno de los principales problemas del país ni del Gobierno.

¿Hay alguna acción próxima del Congreso que pueda poner en riesgo la estabilidad precaria en la que vivimos? En teoría, solo debería haber pleno esta semana y luego culmina la legislatura hasta marzo (aunque queda activa la Comisión Permanente). En las últimas semanas, el Parlamento ha avanzado en el intento de aprobar algunas reformas políticas aisladas como la eliminación de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), así como la de los movimientos regionales. Sin entrar al análisis de la conveniencia o no de aprobar estas medidas, considero que la eliminación de las PASO traería menos cola que la de los movimientos regionales, ya que, en este caso, el enfrentamiento sería en todo el territorio y la narrativa del centralismo parlamentario podría hacer que caiga aún más la precaria aprobación del Congreso (7% según la última encuesta de Datum para El Comercio) y, quién sabe, mover algo de calle.

La estabilidad precaria sí podría verse más afectada si el Congreso sigue metiendo sus narices en los problemas entre la Junta Nacional de Justicia (JNJ) y la fiscalía. La destitución de los miembros de la JNJ o una posible declaración de emergencia de la fiscalía (sugerida en este Diario ayer por la abogada Delia Muñoz) solo incendiaría más la pradera. Al tener investigaciones abiertas (a escala personal y partidaria), los congresistas no deberían ser juez y parte. Mejor dejemos que termine la legislatura y que el país tenga (ojalá) un respiro político por unos meses.

Giulio Valz-Gen es analista político de 50+Uno