Federico Salazar

No a todos les gusta la verdad. , por ejemplo, no puede dejar de . Hay otras personas, más complejas, a las que les gusta que les mientan.

En el Perú se juntan los que mienten con los que quieren que les mientan. De esos matrimonios salen hijos ilegítimos, que a veces llegan a la presidencia.

Toledo es un caso, pero no el único.

Antes de que fuera elegido presidente, Toledo ya había mentido con dolo. Fue con ocasión de una noche de juerga.

Varias mujeres hicieron gastos en la farmacia Deza. Le fueron a cobrar al hostal donde estaba hospedado con ellas.

Eliane Karp puso una denuncia por secuestro. Después se supo que ella, en realidad, sabía de qué se trataba.

Karp hizo un escándalo en la farmacia y quiso que le devolvieran lo gastado. Toledo, por su parte, trató de cobrar los gastos de la tarjeta al banco.

El exmandatario sostuvo que era un plan del Servicio de Inteligencia y de Montesinos. Dijo que querían impedir su candidatura. Cuando ya fue presidente, se ocupó de sacar de la Policía Nacional a los policías que habían investigado el invento del secuestro.

Toledo se internó en una clínica. Fue un error. En la clínica, un análisis de sangre dio positivo a cocaína.

No tengo nada contra el consumo de cocaína de adultos. Pero ¿usar la mentira para cobrar al banco, a la farmacia y obtener un rédito electoral? ¿Cobrarles para pagar a las mujeres y la cocaína?

Con Fujimori también tuvimos advertencia. Antes de que fuera elegido presidente en 1990, salió a la luz que, con su esposa, refaccionaban casas y las revendían sin pagar los impuestos correspondientes. Nadie hizo caso y lo eligieron.

Fujimori quebró el orden constitucional en 1992. Hubo gente que lo apoyó y ganó las elecciones de 1995. El argumento de sus defensores siempre fue: acabó con la hiperinflación y con el terrorismo.

El problema del Perú es su vocación por los “héroes”. A esos héroes les da el poder para que hagan lo que les dé la gana.

Lo hizo Fujimori y también quien nos “libró” de Fujimori, en el 2001, el sinvergüenza Toledo.

Hoy se le acusa a Toledo de haber recibido coimas de Odebrecht por US$35 millones.

El representante de Odebrecht contó del soborno, Josef Maiman contó cómo se distribuyó el dinero y están los bienes inmuebles con los que se lavó parte de ese dinero.

Toledo sostuvo que esos bienes eran de su suegra. Dijo que ella tenía dinero porque había sido víctima del Holocausto. Era una mentira, simplemente la usó de testaferro.

Finalmente, Toledo va a responder ante la justicia peruana. Ha vuelto a mentir. Ha pedido que lo dejen “luchar con nuestros argumentos”.

También dice Toledo que fue él quien libró al país de una dictadura populista y corrupta. No es así: él entró al poder ya sin estándares morales y entró, entonces, a robar.

Usó la política para coimear. ¡Con cuántas otras empresas habrá delinquido!

El juerguero les pasa la cuenta a otros. Es la misma persona la que sube al poder. Y el poder da borrachera: evanesce los límites para mentir y delinquir.

Por eso, ¡cuídate, Perú, de tus propios héroes! ¡Aléjate de los “buenos” delincuentes!

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.


Federico Salazar es periodista