No me estoy refiriendo al relato bíblico sobre Lázaro, sino a la Alianza del Pacífico, cuya primera y ambiciosa decisión de liberar de inmediato el comercio para el 92% de productos espera una ratificación de los congresos de los cuatro países para poder entrar en vigencia.
La Alianza del Pacífico (AdP) es sin duda el movimiento económico-político integrador más importante que haya emprendido América Latina. Propuesta por el Perú e integrada por Chile, Colombia y México, la AdP, al acordar un proceso de integración profunda que abarca el libre intercambio de bienes, servicios, inversiones y personas, ha dividido el continente americano en dos mitades. En el Pacífico latinoamericano todos los países ribereños, a excepción de Ecuador, tienen tratados de libre comercio (TLC) al menos con Estados Unidos, la economía más avanzada y competitiva del mundo, y en esa medida han decidido abrazar la globalización e integrarse al mundo.
En la otra mitad del continente, mirando al Atlántico, están los países que insisten en procesos de integración cerrados al mundo y se han parapetado detrás de una alta muralla de protección ante el resto de países. Por ello, el experimento del Mercosur pasa por una profunda crisis. Sus economías languidecen sin relanzar el crecimiento como en el caso de Brasil, o recaen en crisis recurrentes con estancamiento e inflación como sucede en Argentina, o simplemente están en proceso de implosión como la Venezuela de Maduro/Castro.
La AdP tiene hoy en sus manos un poderoso instrumento para sortear la llamada trampa de los ingresos medios y convertirse en países desarrollados. Mas para esto deben actuar rápidamente en concretar sus acuerdos y plantear todos los demás mecanismos necesarios para convertirse en una poderosa plataforma industrial que se integre competitivamente con el Asia-Pacífico, la región que se perfila como la más dinámica del mundo.
Las acciones que con mayor urgencia debe emprender la AdP a mi juicio son:
1. Aprobar en los cuatro congresos nacionales el protocolo de liberación inmediata del comercio firmado en Cartagena en febrero. La reciente elección de la presidenta Bachelet en Chile y la campaña electoral colombiana con miras a las elecciones presidenciales del próximo 25 de mayo han puesto estas aprobaciones en compás de espera. Por un lado, la mandataria chilena debe involucrarse en las contorsiones políticas necesarias para mostrar que su gobierno es distinto al anterior; hablará de la necesidad de “convergencia entre los modelos de desarrollo latinoamericano” (en clara referencia al Mercosur) tratando de aplacar a sus socios del Partido Comunista. Sin embargo, Chile es un país con instituciones maduras y está completamente comprometida con la AdP. En el caso colombiano es de esperar que su Congreso tramite la aprobación y sortee con éxito la oposición del poderoso gremio de agricultores, el cual es refractario ante todo acuerdo de liberalización comercial.
2. Negociar en bloque la plena acumulación de origen con Estados Unidos. Es decir, la libertad de utilizar insumos de cualquier país de la AdP y de Estados Unidos para exportaciones hacia Norteamérica. Esta es una negociación compleja que debe acometerse con decisión y gran determinación política. La acumulación de origen es crucial para permitir la formación de cadenas productivas aprovechando la excelencia de muchas ramas industriales existentes al interior de la AdP, y al mismo tiempo integrarnos a las cadenas mundiales de valor. En el caso de la Unión Europea ya se contempla la acumulación, pero debe asegurarse su aplicación para todos los miembros de la AdP.
3. Proceder de inmediato a la armonización del tratamiento tributario aplicable a los mercados de valores para, así, permitir la plena integración de las cuatro bolsas de valores.
4. Iniciar los estudios para la armonización de la política laboral. Se trata aquí de una tarea difícil pero imprescindible que deberá permitir, al menos hacia delante para los nuevos entrantes al mercado de trabajo, un tratamiento equivalente en los cuatro países.
5. Establecer mecanismos ambiciosos de cooperación científica, innovación tecnológica y programas de desarrollo de recursos humanos. Aprovechando sinergias entre los cuatro países. La AdP, desde el inicio, debe trazarse la meta de competir con Asia.
Hace solo diez años, durante una visita a una planta industrial coreana, un amigo colombiano pidió le tradujeran un mensaje desplegado en todas sus instalaciones. El mensaje exhortaba: “Sobrepasemos a Japón”. Solo el planteamiento de metas ambiciosas puede convertirnos en países desarrollados.