(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Marco Kamiya

Pasamos casi el 90% de nuestro tiempo dentro de edificaciones: trabajando, estudiando o en casa. Los interiores tienen un efecto importante en la productividad de estudiantes y trabajadores. Hay estudios que demuestran que los edificios mal ventilados reducen en un 5% el grado de atención de los estudiantes y que cuando la temperatura supera los 27°C se va reduciendo la eficiencia de los trabajadores. En ambientes cerrados, además, la concentración de las llamadas partículas finas es una de las principales causas de enfermedades pulmonares y alergias.

Los interiores ideales de edificios y casas deben ofrecer los siguientes servicios: agua limpia, aire puro, control de la humedad, control de bacterias y virus, buena iluminación, aislamiento contra el ruido y protección frente al calor y el frío. Llama la atención, entonces, que el ambiente externo, el espacio público, aunque no menos importante, haya sido sujeto de políticas y análisis de la salud pública mucho más que los interiores.

En exteriores, la vinculación entre la salud y la ciudad es directa. ONU-Hábitat acaba de publicar, junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la guía “Integrando la salud en la planificación territorial y urbana” (2020), en la que se analizan las enfermedades y el deterioro de la salud relacionados con las áreas de intervención urbanas. Así, por ejemplo, la falta de ejercicio y la incidencia de diabetes están relacionadas con la alimentación, pero también con la falta de espacios públicos, y muchas enfermedades bacterianas o víricas están conectadas tanto con la contaminación como con la ausencia de agua potable y con pobres sistemas de desagüe.

En relación con los espacios interiores, un estudio reciente ofrece un amplio marco de análisis. En “Edificios saludables” (“Healthy Buildings” 2020), Joseph Allen (salud pública) y John Macomber (administración), profesores de la Universidad de Harvard, alertan de que los edificios requieren mayor atención puesto que el aire contaminado no se detiene al cerrar las puertas de la casa o la oficina. Describen cómo las partículas contaminantes operan entre tres a cinco veces más en interiores, donde los productos de limpieza, aerosoles y detergentes se combinan con los diversos objetos domésticos, afectando la salud de las familias.

Allen y Macomber detallan la compleja cadena de valor de la construcción e indican que, contrario a la creencia común, edificar estructuras saludables es una oportunidad de negocios para empresarios hábiles, puesto que la industria de la construcción va a seguir existiendo y la demanda por edificios saludables seguirá aumentando. De hecho, con el bajo costo de los sensores y de los teléfonos inteligentes el monitoreo de la calidad del aire, de la humedad y de la temperatura de los espacios cerrados se volverá rutinario.

Muchas organizaciones están pasando de estudiar edificios inteligentes a estudiar edificios saludables. El Instituto de Smart Cities de la Universidad de Kansas, por ejemplo, detecta patrones extraños al caminar con la finalidad de monitorear a las personas de la tercera edad. El Well Living Lab es un centro de investigación urbana en Nueva York que integra datos con sensores y aplicación en los teléfonos para analizar cómo el ambiente de la oficina impacta en la productividad. El Senseable City Lab del MIT, por su lado, integra planificación urbana con diseño de interiores. Y en Japón, Toyota y NTT están trabajando juntos en el diseño de tecnologías para lograr mejores ciudades y ambientes.

Impulsado por los esfuerzos contra el cambio climático, en los últimos años ha habido un desarrollo de “edificios verdes”: aquellos que consumen menos energía, reducen los desechos y ahorran agua. Pero la pandemia va a reforzar la necesidad de expandir este modelo hacia edificios saludables. El reto es que estos últimos sean financieramente factibles y estén integrados en los sistemas de ciudades más inclusivas. En la región, donde hay mucho por hacer en temas de planificación urbana, incorporar la perspectiva de los ambientes interiores es una herramienta esencial para tener mayor conciencia del efecto que nuestras casas y oficinas tienen en nuestra salud.

*Los comentarios del autor no comprometen a la institución a la que pertenece.