El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, está estableciendo un nuevo récord de incongruencia política: está cuestionando insistentemente las credenciales democráticas de la presidenta del Perú, tras darle una bienvenida de alfombra roja y otorgarle la medalla más prestigiosa de México al dictador de Cuba.
Ya sé, suena a broma, pero no lo es. López Obrador ha llamado falsamente a la presidenta peruana Dina Boluarte “usurpadora” del poder.
Lo que es más, el presidente mexicano citó una supuesta falta de legitimidad democrática del gobierno peruano para justificar la negativa de México a entregarle al Perú la presidencia rotativa de la Alianza del Pacífico, el bloque comercial integrado por México, Chile, Colombia y el Perú.
Por todo esto, el Congreso Peruano declaró el 24 de mayo a López Obrador “persona non grata” en el Perú. Aunque el Congreso del Perú tiene una tasa de desaprobación del 90%, según una encuesta reciente de la empresa IEP, muchos peruanos están aplaudiendo su decisión de declarar a López Obrador indeseable en el país.
Se puede criticar a la presidenta del Perú, Dina Boluarte, por su represión a manifestantes opositores al principio de su gobierno, pero los expertos constitucionales coinciden en que, contrariamente a las afirmaciones del presidente mexicano, su designación fue apegada a la ley peruana. Hasta el presidente de izquierda de Chile, Gabriel Boric, está pidiendo que se le entregue la presidencia rotativa de la Alianza del Pacifico al Perú.
Boluarte fue proclamada presidente en diciembre después de que el expresidente izquierdista Pedro Castillo fuera destituido por el Congreso por dar un golpe de Estado. Castillo fue arrestado después de haber anunciado en televisión nacional que disolvería el Congreso y gobernaría por decreto.
Cuando leí las recientes declaraciones de López Obrador cuestionando las credenciales democráticas de Boluarte, me costó creer que hablaba en serio.
López Obrador está tratando de mostrarse como un defensor inquebrantable de la democracia en el Perú apenas tres meses después de haber condecorado con la orden del Águila Azteca – la más alta distinción del Gobierno Mexicano a un extranjero– al dictador cubano Miguel Díaz-Canel.
Y, más recientemente, el 5 de abril, López Obrador dijo en una cumbre presidencial virtual que Cuba es un país “como para irse a vivir allá”, una declaración sorprendente, tratándose de una isla donde una gran cantidad de gente arriesga su vida huyendo por mar para escapar de su miseria.
La negativa de México a entregar la presidencia rotativa de la Alianza del Pacífico al Perú está perjudicando a las economías del Perú, Chile y Colombia, que junto con México integran el bloque comercial.
“Al hacer esto, López Obrador está torpedeando la Alianza del Pacífico, que es el mecanismo de integración más eficiente de América Latina”, me dijo el excanciller chileno Roberto Ampuero.
“La Alianza ha tenido éxito precisamente porque se enfocaba en resultados concretos, y no en cuestiones ideológicas”, agregó Ampuero. “Ahora está paralizada, por consideraciones políticas de López Obrador”.
Entre las varias teorías de por qué López Obrador se niega a entregar la presidencia rotativa del bloque comercial al Perú, además de su simpatía por el expresidente peruano Castillo, está que al presidente mexicano nunca le gustó la Alianza del Pacífico.
El grupo fue formado en el 2011 por presidentes en su mayoría de centro derecha, que querían aumentar el libre comercio en la región. Además, López Obrador puede estar tratando de desviar la atención pública de las tasas récord de violencia en su país. Nuevas cifras oficiales muestran que México registró un récord de 156.066 homicidios el año pasado, y que el total de muertes violentas durante el mandato de López Obrador ya es un máximo histórico.
Otra explicación adicional puede ser que López Obrador quiera ganar cierto protagonismo en América del Sur. En el último año, la figura de López Obrador como uno de los líderes de la izquierda regional ha sido eclipsada por los presidentes de Brasil, Colombia y Chile.
Cualquiera sea la razón, López Obrador no tiene fundamentos legales ni autoridad moral para cuestionar la legitimidad de Boluarte. ¿Cómo puede López Obrador arremeter contra la democracia del Perú, mientras alaba la dictadura de Cuba?
Eso no tiene ningún sentido, y hay que recordárselo.
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