Anomalías, por Jürgen Schuldt
Anomalías, por Jürgen Schuldt
Redacción EC

A menudo nuestro comportamiento adolece de sesgos y defectos cuando tomamos decisiones. Especialmente en materia económica, como consumidores o empresarios, somos muy distintos al ‘Homo oeconomicus’ en que se basa la ciencia económica ortodoxa. A esta conclusión han llegado disciplinas especializadas que se han ido desarrollando durante las últimas tres décadas: Psicoeconomía, Economía del Bienestar Subjetivo, Neuroeconomía, Economía Experimental, Economía Evolucionista y similares de corte interdisciplinario. 

Algunas de estas anomalías, que llegan a ser en ciertos casos patológicas e irracionales, pueden formularse así: ¿Por qué damos propina en un restaurante o peluquería al que nunca volveremos? ¿Por qué muchos consumidores gastan más si poseen una tarjeta de crédito que cuando solo cuentan con dinero en efectivo? ¿Por qué es tan común que juremos hacer dieta o dejar el cigarrillo, para abandonar esos loables propósitos en menos de lo que canta un gallo? ¿Por qué cuando se aplica una multa a los padres de familia por llegar tarde a recoger a sus hijos del nido, aumentan el número y la extensión de las tardanzas, en vez de disminuir? ¿Por qué el propietario de una mercancía, a la hora de tener que venderla, la valora mucho más allá de lo que lo haría un potencial comprador de ese bien? 

Ciertas cuestiones son aun más sorprendentes: ¿Por qué los taxistas neoyorquinos trabajan menos horas cuando llueve (habiendo más necesidad de sus servicios) y laboran más en condiciones climáticas agradables (cuando la demanda es menor)? ¿Por qué si ganamos una gran lotería, a los pocos meses nuestro bienestar subjetivo cae (o casi) al nivel del período previo de haberlo obtenido? ¿Por qué el rendimiento promedio de las acciones es muy elevado (más allá de la prima de riesgo) en comparación con el que brindan los bonos? ¿Por qué la rinde más en el primer mes del año o si el día está soleado o completamente nublado? Todas estas paradojas han sido demostradas empíricamente, se pueden explicar racionalmente y tienen nombres “técnicos”, como “procrastinación”, “efecto dotación”, “teoría prospectiva”, “descuento hiperbólico”, “proceso de remordimiento”, “efecto adaptación”, etc. 

La conclusión a la que llegan los expertos es que los agentes económicos son muy distintos al de los textos de microeconomía neoclásica. En la “vida real” cada uno de nosotros es limitadamente racional, restringidamente egoísta, débilmente voluntarioso, parcialmente soberano, estrechamente memorioso, fácilmente saciable, relativamente averso a la pérdida (y no solo al riesgo), pobremente consciente de sus preferencias, imperfecta o sesgadamente informado, sostenidamente emocional, expeditamente influenciable, notoriamente vanidoso y de reacciones viscerales, sesgadamente perceptivo, tendencialmente adepto al statu quo y sujeto a la reversión de preferencias en el tiempo, inevitablemente dependiente de las preferencias de sus grupos de referencia y que prefiere el goce inmediato. 

Los más todavía creen que esas anomalías bien pueden ser incorporadas y digeridas por la ciencia económica ortodoxa. Los menos tenemos la esperanza, a la luz de los compartimentos estancos en que se han convertido las ciencias, especialmente las sociales, que estas innovaciones pueden motivar, muy paulatinamente, la configuración de una ciencia transdisciplinaria, integradora y totalizante.