Nicolás Maduro promete una mayor represión en una Venezuela que ya es uno de los países menos libres del mundo. Javier Milei no descansa en su campaña reformista de convertir a Argentina en el país más libre del mundo.
En la pugna entre libertad y poder, América Latina representa bien ambos extremos y todo lo que hay en el medio. Pero ¿cómo va esa lucha y por qué importa?
Hoy sale la décima edición anual del Índice de Libertad Humana publicado por el Cato Institute y el Fraser Institute. El reporte mide 86 indicadores de libertad personal, civil y económica en 165 países con data desde el año 2000. El índice nos ayuda a ver con cierta rigurosidad cómo está quedando nuestra región y el mundo respecto de derechos básicos como la libertad de expresión, comercio o religión, por ejemplo.
¿Qué hemos encontrado? Como región, América Latina es bastante mediocre y tiene una medición de libertad promedio un poco por encima del promedio mundial. Los países latinoamericanos más libres son Chile y Costa Rica. Ocupan los lugares 31 y 32, respectivamente. Ambos han descendido desde el 2000, cuando ocupaban los lugares 24 y 26.
Los países latinoamericanos menos libres son Nicaragua (143) y Venezuela (159). Ambos vieron caer su puntaje enormemente en las últimas dos décadas. El Perú se ubica en el puesto 54. Ha estado alrededor de ese lugar por casi 20 años.
Suiza y Nueva Zelanda son los países más libres del mundo y Yemen y Siria, los menos libres. Estados Unidos se ubica en el puesto 17; ocupaba el séptimo lugar en el 2000.
El punto alto de la libertad humana mundial desde el 2000, medida sobre una base ponderada por población, fue en el 2007. Le siguió un lento declive a raíz de la crisis financiera mundial y, a continuación, se produjo un descenso precipitado en el 2020 con el estallido de la pandemia del coronavirus, que hizo retroceder más de dos décadas cualquier avance en libertad mundial.
La libertad global experimentó una pequeña mejora en el tercer año de la pandemia, el 2022, el último para el que disponemos de datos comparables internacionalmente. Sin embargo, no cabe duda de que somos menos libres hoy de lo que éramos en enero del 2020.
No solo ha caído la libertad global, sino que el mundo sufre un alto grado de desigualdad en libertad. Solo el 14,1% de la población mundial vive en el cuartil superior del índice. El 77% de la población mundial vive en los países menos libres que se encuentran en la mitad inferior.
Tal disparidad y declive en la libertad es una mala noticia no solo porque la libertad tiene un valor intrínseco, sino también por otro hallazgo del reporte: la libertad tiene una relación fuerte y positiva con el bienestar. Esto incluye una gama de indicadores como los ingresos, la innovación, la tolerancia social, los resultados medioambientales, los niveles de caridad, la esperanza de vida, la menor mortalidad infantil, etc.
Además, la libertad económica y la libertad personal están estrechamente relacionadas. Si valoras un alto nivel de libertad personal (como la libertad de expresión, de religión o de elección del estilo de vida personal), deberías valorar un nivel relativamente alto de libertad económica, pues esta apoya a las demás libertades.
Argentina, bajo el mando del presidente Milei, está tomando en cuenta estas lecciones. En términos de libertad económica, se ubica en el puesto 159. Por eso, Milei se está enfocando en la reforma económica como parte de sus prioridades. Si Argentina logra ubicarse entre los países más libres del índice será alentador para toda la región.