El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio el 9 de agosto es solo el último ejemplo del aumento de la violencia narcopolítica en Ecuador. Y lo más triste es que puede que lo peor esté aún por venir.
Villavicencio, de 59 años, un periodista conocido por sus investigaciones de corrupción contra el expresidente populista Rafael Correa, estaba entre los cuatro principales candidatos presidenciales para las elecciones del 20 de agosto. La policía mató a un presunto asesino y arrestó a otros seis, todos ellos colombianos que supuestamente pertenecen a una pandilla de narcotraficantes.
Según varios expertos en seguridad ecuatorianos y estadounidenses, los orígenes de la actual violencia del narcotráfico en Ecuador se remontan al gobierno de Correa del 2007 al 2017.
Correa, quien fue condenado a ocho años de prisión por cargos de corrupción y huyó a Bélgica, hizo acuerdos de paz con bandas de narcotraficantes y, en el 2009, expulsó de Ecuador a la base militar antinarcóticos estadounidense de Manta.
Además, Correa lanzó una política de inmigración de “ciudadanía universal” que invitaba a gente de todo el mundo a instalarse en Ecuador prácticamente sin hacer preguntas. Eso permitió que mafias colombianas, albanesas, eslovenas e italianas, entre otras, hicieran su nuevo hogar en Ecuador.
“Lo que estamos viendo hoy es el resultado de malas decisiones que tomó Correa hace unos quince años, que convirtieron a Ecuador en terreno fértil para los grupos de narcotraficantes”, me dijo en una entrevista el exvicepresidente y actual candidato presidencial Otto Sonnenholzner. “Durante muchos años nadie controló las fronteras, ni el espacio aéreo para controlar el narcotráfico”.
Las políticas de Correa produjeron una “paz mafiosa” en la que los narcotraficantes operaron casi libremente sin violencia, dijo Sonnenholzner. Pero cuando Europa y Asia se convirtieron en grandes destinos de exportación de cocaína y un nuevo gobierno ecuatoriano comenzó a combatir seriamente a los narcotraficantes a fines de la década pasada, los narcos comenzaron a pelear entre ellos por el control del negocio, agregó.
Doug Farah, presidente de la empresa de seguridad IBI Consulting, de Washington D.C., me dijo que “el mayor daño a la seguridad de Ecuador fue “la alianza de Correa con las FARC colombianas y el hecho de que abrió las puertas a todos los grupos criminales. Eso terminó por desbordar el sistema de seguridad”.
Otros expertos dicen que Ecuador estaba destinado a convertirse en un país infiltrado por las bandas del narcotráfico, porque limita con de los mayores productores de cocaína del mundo, Colombia y el Perú. Además, Ecuador es uno de los pocos países dolarizados de la región, lo que lo hace atractivo para el lavado de dinero del narcotráfico.
Steven Dudley, cofundador del centro de estudios Insight Crime sobre temas de seguridad en América Latina, me dijo que el aumento de la violencia en Ecuador se debe a una combinación del aumento de las exportaciones de drogas a Europa y Asia, lo que provocó peleas entre las pandillas, y malas decisiones de anteriores gobiernos ecuatorianos.
Muchos expertos en seguridad temen que el poder de las mafias del narcotráfico aumente en Ecuador si la candidata de Correa, Luisa González, gana las elecciones del 20 de agosto.
González lidera en las encuestas porque muchos ecuatorianos recuerdan con nostalgia los años de Correa, durante los que Ecuador se benefició de una bonanza histórica en los precios mundiales del petróleo.
Farah, el consultor de seguridad de IBI, dice que un potencial regreso de Correa al poder a través de una candidata incondicional como González podría causar más daño del que causó en sus gobiernos anteriores.
“La diferencia entre esta vez y la última es que Correa estaría más envalentonado, porque tendría al presidente [Gustavo] Petro en Colombia, y a [Nicolás] Maduro en Venezuela”, dijo Farah. Agregó que el negocio de la cocaína ha crecido sustancialmente en Colombia y Venezuela en los últimos años, y que “Ecuador podría convertirse en un estado criminalizado”.
Exageradas o no, tales advertencias no pueden ser descartadas. La ubicación geográfica de Ecuador y su economía dolarizada ya lo convierten en un paraíso natural para las redes extranjeras de narcotraficantes.
Pero si Ecuador elige un gobierno que renueva sus alianzas con grupos criminales internacionales o países que los toleran, como Venezuela, las posibilidades de que Ecuador se convierta en un narcoestado serán mayores.
–Editado–
© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC.