Los que toman decisiones en el sector privado deben vivir con un pie en el futuro. Planteando metas, diseñando planes, previendo las circunstancias externas, anticipándose a los riesgos y entendiendo que el impacto de lo que hagamos no solo nos alcanzará a nosotros, sino a los que nos rodean.
El otro pie debería estar asentado en el presente, ejecutando esos planes de la mejor manera y reuniendo información para vislumbrar con algo más de claridad ese futuro.
Pero es imposible siquiera pensar en el futuro si el presente nos atrapa en un caos constante. Ningún riesgo se puede medir si los acontecimientos que cambian completamente el panorama se suceden sin darnos tiempo a procesarlos correctamente y prepararnos para el siguiente.
Y eso pasó esta semana. El miércoles estábamos tratando de medir cómo el sorpresivo anuncio del primer ministro Guido Bellido sobre la renegociación del contrato de Camisea bajo amenaza de expropiación incrementaba aún más los riesgos para la inversión privada, cuando nos vimos obligados a tratar de procesar el incluso mayor número de escenarios negativos que se abrieron esa tarde cuando el premier advirtió que preparaban una cuestión de confianza en defensa del ministro de Trabajo, Iber Maraví.
Y recién estábamos empezando ese proceso, cuando las distintas versiones que han dado Bellido, la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, y la cuenta de Twitter del presidente Pedro Castillo sobre la posición del mandatario en este tema, parecen haber querido ponernos una venda en los ojos, darnos veinte vueltas sobre nuestro eje y empujarnos para que tratemos de caminar, más mareados que nunca, sin saber hacia dónde estamos yendo.
Y no se hace tan evidente que alguien en el Ejecutivo ni el Legislativo sepa hacia dónde nos están llevando. ¿Lo sabe acaso el presidente Pedro Castillo? ¿El primer ministro Guido Bellido? ¿Los congresistas? ¿Vladimir Cerrón? Es posible que cada uno tenga claro cómo quiere que se vea su futuro, pero es casi imposible descifrar cuál es su visión para el país y cómo la planean construir cuando lo único que vemos es caos.
Estamos, nuevamente, ‘ad portas’ de un escenario en el que, si nadie cede, podríamos enfrentar un nuevo cierre del Congreso o una vacancia. Y no creo que nadie se atreva a pronosticar lo que podría pasar después.
Pero podemos mirar lo que está pasando. El dólar ha roto récords diarios entre lunes y jueves, cerrando la semana en S/4,131. Los precios volvieron a subir en setiembre y la inflación de los últimos 12 meses está en un altísimo 5,23%. Los analistas proyectan que la inversión privada caerá fuertemente el próximo año. En medio de este desconcierto, la economía no se va a recuperar.
Es necesario que el mandatario, su primer ministro y todos los actores políticos pongan un pie en el futuro. Pero no en su futuro, sino en el de todos, y se pregunten cómo afectarán sus decisiones al resto de los peruanos, especialmente a los más vulnerables. Y sería importante que, de una vez, aprendamos de los errores del pasado.
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