El baile de los que sobran, por Alfredo Torres
El baile de los que sobran, por Alfredo Torres
Alfredo Torres

Imagínese un juego de sillas musicales en el que el número de niños que rondan las sillas al compás de la música sea tres veces mayor al número de sillas disponibles. Algo así ocurrirá en el Perú en las próximas elecciones del 10 de abril. Al paso que vamos, entre 15 y 20 agrupaciones políticas presentarán candidaturas presidenciales o listas parlamentarias. La realidad es que solo seis o siete pasarán la valla electoral, establecida en 5% de la votación nacional. 

La tendencia del electorado a concentrar su voto en un puñado de opciones es similar a lo que ocurre con los productos de consumo masivo. El consumidor típico suele retener en la mente un puñado de marcas. Por eso, la primera tarea de cualquier candidato o marca es hacerse conocido. El lanzamiento de un candidato desconocido o una nueva marca requiere muchos recursos y creatividad para que su presencia no pase desapercibida. 

En las elecciones del 2006 se presentaron 20 candidatos presidenciales y 24 listas para el Congreso. Solo siete pasaron la valla. En las elecciones del 2011, la lista de opciones disminuyó, pero no por ello se incrementó la lista de los elegidos. Fueron solo 10 candidaturas presidenciales y 13 listas para el Congreso, de las cuales solo seis pasaron la valla electoral. En ambos casos, los partidos oficialistas de entonces –Perú Posible en el 2006 y el Apra en el 2011– lograron salvar su inscripción con las justas al obtener poco más de 5% de la votación parlamentaria luego de retirar, en ambos casos, a sus desarraigados candidatos presidenciales. 

La situación es, en realidad, más dramática porque el número de espacios disponibles es mucho menor de lo que parece. En la ronda hay cinco jugadores grandes –Fuerza Popular, PPK, APP, Apra y Perú Posible–, lo cual deja apenas una o dos sillas disponibles para los más pequeños. Partidos tradicionales como Acción Popular y el PPC; partidos de cierta trayectoria como Solidaridad Nacional y Somos Perú; partidos jóvenes como Orden, Perú Patria Segura o Todos por el Perú; e, incluso, el gobernante Partido Nacionalista y los partidos de izquierda divididos en dos o tres candidaturas tienen pocas posibilidades de conseguir por sí solos superar la temida valla electoral.

La primera fecha crítica en esta lucha por la supervivencia electoral es el 12 de diciembre. Ese día se cierra el plazo para que los partidos se integren en alianzas electorales. Los líderes más realistas de los partidos chicos están tocando en estos días las puertas de los cinco punteros para salvar su inscripción a cambio del respaldo de su militancia que, en el caso de una elección muy ajustada, puede ser decisivo. El riesgo para los que los pudieran recibir es que estarían asumiendo no solo el activo sino también el pasivo de los recién llegados, así como sus líos internos. Luego del triste espectáculo que ha brindado el PPC, por ejemplo, es evidente que su cotización ha disminuido. Ni qué decir del Partido Nacionalista, luego de la decena de juicios y mentiras que envuelven a su presidenta. 

Si no llegan a conformar una alianza, la siguiente decisión la deben tomar un mes después y es la de inscribir una candidatura presidencial o limitarse a presentar listas para el Congreso. La primera opción tiene sentido si cuentan con un candidato atractivo, aunque no sea tan conocido. Si el candidato es muy sugestivo puede captar el interés de la prensa y esa tribuna puede permitirle aspirar a pasar la valla, aunque no llegue a la segunda vuelta. Fue el caso de PPK en el 2011, que trepó del quinto al tercer lugar y hoy va por su segunda oportunidad. La otra opción es participar solo en las elecciones parlamentarias. Es más riesgosa, pero si logran conformar listas con candidatos representativos de los distintos sectores del partido podrían intentar salvar la inscripción. Podría ser una buena opción para agrupaciones en situación crítica como el Partido Nacionalista o el PPC. 

Lo que no debería ocurrir es que dejen de participar. Las elecciones son el momento cumbre de la actividad política de los partidos. Abstenerse de participar para no correr riesgos solo revelaría un interés mercantil en proteger la inscripción para brindársela a potenciales candidatos regionales o municipales en el futuro. Los partidos deberían participar siempre en las elecciones, aun a riesgo de morir en el intento. En política a veces es necesario morir para renacer de las cenizas.