En estos días, Batman ha vuelto a ser noticia y no porque una nueva película del detective enmascarado esté próxima a estrenarse o porque haya sido publicado un nuevo cómic polémico que marque un acontecimiento en el canon de dicho personaje, sino por la reedición de la trilogía de Arkham para el Nintendo Switch.
Quizás el lector más acostumbrado a otras temáticas puede ver con recelo qué es lo que un periodista puede comentarle respecto a un videojuego en específico, pero a veces los videojuegos como cualquier forma de arte constituyen una experiencia fundamental en la vida de las personas y a mí me pasó con esta trilogía que, como hizo Christopher Nolan con el género de superhéroes en el cine con gran éxito, marcó la industria de los videojuegos de manera indeleble.
Una nochebuena del lejano 2009, luego de un año escolar de espanto y sufrimiento a manos del álgebra, los polinomios y las ecuaciones, me tomé un tiempo para darle la oportunidad a Batman Arkham Asylum. En un par de horas, la historia y la modalidad del videojuego me atrapó, no solo era ser Bruce Wayne, era dirigirlo en combate, en el sigilo, en la investigación de crímenes y en las distintas maneras que tenía para encontrar cómo neutralizar a sus oponentes respetando siempre la regla irrestricta de no matar a nadie.
Años después, por el 2011 llegó el Batman Arkham City, una continuación perfecta y una ampliación del universo que se constituía en una mediación entre la serie animaba y las películas protagonizadas por el enmascarado. La historia de casi 30 horas me cautivó y tras jugarla varias veces parecía un cierre preciso para una gran serie y ya a los 15 años era momento de colgar el control y dedicarse de lleno al estudio.
Un par de años después se publicó Arkham Origins, pero no la desarrolló el mismo estudio y aunque sus ‘boss fights’ son destacables, algo le faltaba. Esta no está incluida en la trilogía e injustamente no ha sido remasterizada.
Ya hacia finales de mi carrera universitaria, recogí el mando del cajón en el que se encontraba y aprovechando una oferta única y unas vacaciones sin mucho que hacer retorné a la serie y adquirí el Batman Arkham Knight, el cierre de la trilogía. Si bien fue muy criticada en su momento por una pésima versión para PC y la inclusión de ‘puzles’ y combate desde el batimovil, esta entrega es una perfecta exploración del personaje que se ve presionado al máximo por la relación tóxica con su archienemigo y cómo su papel como héroe y vigilante está basado en el miedo que propala entre los delincuentes y villanos.
Si bien es poco lo que un actor puede hacer en una interpretación de un videojuego, en esta serie las voces constituyen un eslabón fundamental. La comunión perfecta entre Kevin Conroy como Batman y Mark Hamill como el Joker permitían al jugador sentirse parte del cómic, entrar en la cabeza de Bruce Wayne e identificar qué siente al enfrentarse perpetuamente a sus villanos respetando su principio ético de no matar.
La trilogía como tal no es perfecta, y es más que seguro que la nostalgia me gana al valorarla, pero ahora que se vuelve a lanzar para la consola portátil por excelencia solo quisiera volver a tener el tiempo libre que tenía hace más de 10 años para poder adentrarme en la ciudad Gótica de los juegos de Arkham y experimentar de manera efímera lo que es ser un superhéroe.