(Ilustración: Rolando Pinillos)
(Ilustración: Rolando Pinillos)
Alfredo Bullard

¿Qué opina de aumentar el número de congresistas? Seguramente está en desacuerdo. Los que tenemos son bastante malos. Tener más no parece muy prometedor. Más de algo malo suena a algo peor.

Se están discutiendo en el Congreso algunos proyectos de ley para modificar la Constitución y crear una cámara adicional en el Parlamento. Regresaríamos a las épocas del Parlamento bicameral, con una cámara de diputados y otra de senadores.

Esto podría significar más parlamentarios, más asesores y más gasto. La pregunta es: ¿vale la pena?

El Congreso da leyes. En toda ley unos ganan y otros pierden. Eso es inevitable. Pero se pueden generar mecanismos que hagan que los ganadores no lo hagan a costos excesivos o injustificados para los perdedores.

En la mayoría de decisiones legislativas existirán no solo congresistas con posiciones distintas, sino un sector de la población a favor y otro en contra. Si discutimos una ley para definir hasta qué hora podemos hacer bulla en una fiesta por la noche, si el horario es muy temprano (por ejemplo 10 p.m.) perderán los juergueros y ganarán los tranquilos. Pero si el horario es hasta las 3 a.m., serán los juergueros los ganadores y los tranquilos los perdedores. ¿Cómo nos aseguramos de que lo que unos pierden esté justificado por lo que otros ganan?

El punto de partida es que cada cámara no represente al mismo grupo y, por tanto, los mismos intereses. Si una cámara es elegida por los juergueros y la otra por los tranquilos, y se requiere de las dos cámaras para aprobar la ley, las cámaras tendrán que negociar para buscar un punto de acuerdo. Es probable que se logre un mejor balance (por ejemplo, que las fiestas sean hasta la medianoche).

Es difícil tener cámaras que representen a los grupos de interés relevantes para cada ley (juergueros y tranquilos). Pero sí se puede tener un mecanismo de elección diferente para cada cámara a fin de que la forma de representación no sea la misma.

Como bien dice el profesor Robert Cooter de la Universidad de Berkeley: “En general, el bicameralismo puede proteger a la mayoría de la minoría, y el bicameralismo puede también proteger a la minoría de la mayoría. En lugar de la regla minoritaria o la regla mayoritaria, el bicameralismo hace que la mayoría y la minoría cooperen para gobernar”.

Y es que, al reducir la posibilidad de los miembros del Parlamento de tomar decisiones aisladas y sin el apoyo de la otra cámara, el bicameralismo tiene el gran mérito de obligar a las dos cámaras a negociar.

Por otro lado, dos cámaras hacen más difícil aprobar leyes. Es de esperar que el número de leyes caiga, lo que de por sí ya es positivo. Y las que finalmente se aprueben tendrán más legitimidad política y serán normas de mejor calidad.

Si bien el sistema producirá una menor cantidad de normas, las que sean promulgadas habrán tenido que pasar un proceso que involucra los intereses de un porcentaje mayor de la población que bajo un sistema unicameral, por lo que cada norma promulgada tendrá mayor legitimidad política y, presumiblemente, una mayor calidad legal y técnica.

En otros términos, si bien se promulgarán menos normas, estas responderán en mejor medida a los intereses de la población. Un sistema en donde las normas del ordenamiento generan menores costos a la población será uno más eficiente que aquel en donde dichos costos sean significativos.

Otra razón a favor es que una menor producción legislativa significa mayor estabilidad. Como señala el profesor Cooter, un sistema bicameral privilegia el statu quo sobre las alternativas, solo siendo promulgada una norma que va en contra de dicho statu si existe suficiente consenso político.

Que un Estado cuente con estabilidad legislativa no hace sino reducir los costos de contratar en el país, pues las personas y empresas tendrán la seguridad de que las normas bajo las cuales pacten sus contratos o negocios no serán cambiadas con tanta facilidad. Eso llevará a que se pacten más y mayores negocios y actividades (económicas y no económicas), llevando a una potencial mejor situación económica y social.

El actual sistema unicameral demuestra que más no es lo mismo que mejor, y que tener muchas normas regulando muchos aspectos de nuestras vidas no es necesariamente mejor que no hacerlo.