¿Qué le regalarías al Perú en su cumpleaños número 200? Pues meter a la cárcel a los ex presidentes y políticos que la deben y la temen, y tener leyes más severas contra la corrupción y la delincuencia. Nada material, nada superfluo, tampoco una gran fiesta. Es lo primero y espontáneo que brota. Un segundo regalo sería también el mostrar que se están haciendo cosas para conectar mejor al país, con sistemas y vías de comunicación capaces de vincular cabalmente nuestras tres regiones naturales.
Lo que las personas que asistieron a la serie de grupos focales que encargamos al inicio de un proyecto nacional para conmemorar el bicentenario, en abril del 2017, remarcaron entonces es que lo que le regalarían al Perú en una ocasión tan significativa como esta es un nuevo patrón de valores y un nuevo orden que nos vincule sin diferencias. Fue un estudio hecho con ciudadanos de distintas partes de Lima, hombres y mujeres con edades entre 18 y 50 años, para los que plagiar en la universidad, hacer trampas en el trabajo o pagar coimas son, lamentablemente, actos normales que dan lugar a una perversa escala de prestigio. ¿Nos suena a los ‘hermanitos’?
Entonces, contra lo que se podría esperar de una pregunta como esta, no fue el recordar hechos históricos lo que a los compatriotas que conversaban sobre el bicentenario motivaba. No era la fiesta por los 200 años, bailes, comidas o actos. Lo que querían realmente era hablar sobre el habitus de profunda inseguridad en el que se han sumido nuestras vidas. Inseguridad, claro, por los robos y trafas que sufrimos impunemente a diario. Pero también por la experiencia generalizada y validada por las propias autoridades, de que la vía ‘trucha’, o torcida, es la forma de resolver negociaciones y conflictos.
Por otro lado, la mención a mostrar, a hacer ver, que se trabaja en comunicar a nuestras tres regiones tiene también una explicación: es la forma de hacer tangible la aspiración que tenemos los peruanos a ser tratados como semejantes. Es un urgente pedido de algo que los antropólogos denominamos un “sentido por la unidad”. El sentido de hacerle al país un regalo como este es pues el de superar las diferencias sociales ampliamente reconocidas, y remontar el abismalmente desigual acceso a servicios que tenemos entre unos y otros. La formulación en gerundio del verbo hacer: haciendo, no es, en esa línea, gratuita: se reconoce que las cosas están cambiando, y que hay mayor movilidad social en curso, ciertamente, pero, por accesorio que pueda ser, eso hay que mostrarlo para patentar una nueva normalidad en las que las jerarquías y privilegios se vuelvan anacrónicos.
¿Qué le regalarías al Perú por sus 200 años? Pues, nuevos valores. Iniciamos un período crítico de tres años intensos llamados a ser icónicos: 2019-2021. No creo que en un contexto como el que vivimos, con el Caso Lava Jato explotando y los fiscales Vela y Pérez encarnando la esperanza para dejar atrás aquella normalidad abyecta, las respuestas a la pregunta sean ahora distintas a las de hace un año. Todo lo contrario. Por eso la narrativa de un Perú con nuevos valores está llamada a marcar la celebración entrante, como lo fue el grito de “patria nueva” para el centenario.
Tras muchos contratiempos y deliberaciones, está ya en marcha una comisión nacional para la conmemoración, cuya cabeza más visible es la historiadora Carmen McEvoy. Hay también ya una agenda integrada con acápites para cada una de las regiones, algo que puede garantizar el sentido por la unión al que se está aspirando. Sobre esta base institucional en curso, eminentemente civil, es que se puede levantar el nuevo edificio del 2021. Invitaría a respaldarla y fortalecerla, con la participación inclusiva de asociaciones, gremios e instituciones que den tejido humano a sus propuestas de acción. Desde la civilidad, desde el orden cotidiano, es que debe hacerse pues este regalo de un nuevo habitus que urgentemente requerimos.