El crecimiento económico ha sido una de las principales preocupaciones de la economía, si no la principal, desde su putativa elevación a la categoría de ciencia. Adam Smith podría haber cambiado el título de su “Investigación sobre la Naturaleza y las Causas de la Riqueza de las Naciones” por el de “Investigación sobre la Naturaleza y las Causas del Crecimiento Económico”. La pregunta es la misma: ¿cómo llega un país a alcanzar un alto estándar de vida para sus habitantes?
Robert Solow, que acaba de morir a los 99 años, creó un “modelo” –un conjunto de ecuaciones matemáticas– para ayudar a responder esa pregunta. En el modelo de Solow el crecimiento económico es el resultado de la acumulación de capital, el crecimiento de la fuerza laboral y el avance tecnológico. Esta formulación llamó por primera vez la atención de los economistas a la proporción entre capital y trabajo; a la cantidad de herramientas, para decirlo de otra manera, con la que cuenta cada uno para trabajar. Y al igual que la acumulación de capital, el avance tecnológico, que es una acumulación de conocimientos, aumenta la productividad de la fuerza laboral. Esta intuición le valió a Solow el premio Nobel de economía en 1987 (el primero de nueve Roberts en ganarlo).
El modelo de Solow dio impulso a la llamada “contabilidad del crecimiento”, que trataba de medir la contribución de esos tres factores (y otros) al crecimiento económico. Rápidamente, esos estudios demostraron que la acumulación de capital, a través de la inversión, y el aumento del empleo no eran suficientes para explicar las tasas de crecimiento observadas en distintos países. Había siempre un residuo, que se convirtió, a falta de algo mejor, en la medida del avance tecnológico y fue bautizado como “productividad total de los factores”. Otros dicen que el residuo es, más bien, la medida de nuestra ignorancia, pues no sabemos qué es exactamente el avance tecnológico ni cómo contribuye al crecimiento. El mismo Solow comentó alguna vez que la revolución informática podía verse en todas partes, excepto en las estadísticas de la productividad.
Sea como fuere, la productividad total de los factores es el concepto fundamental en el debate actual sobre el crecimiento potencial. La inversión guarda cierta proporción con los ingresos; a veces más, a veces menos. Se la puede estimular con políticas gubernamentales, aunque no es necesariamente sabio estimularla. La fuerza laboral crece más o menos a la velocidad del crecimiento demográfico. El resto, el residuo o la productividad, es lo que estaría fallando cuando vemos que la tasa de crecimiento va bajando a lo largo del tiempo.
Antes de proponer soluciones, entendamos mejor de qué está hecha la productividad. Un estudio empírico citado por Solow concluye que la educación es importante, pero no es lo único importante. Sabemos, además, que los efectos de una mejora en la educación no se sienten en el corto plazo. Casi tan importante es el uso racional de los recursos, la facilidad con la que una economía abandona actividades de baja rentabilidad para enrumbar la inversión y el empleo en direcciones más rentables. Cada medida que entorpece ese movimiento o lo desvía en una dirección equivocada reduce la productividad. Sobre eso es más fácil actuar y los efectos son más rápidos. No lo dice Solow, pero creemos que es así.