Alejandra Costa

Como sucede con los terremotos, la caída de (SVB) sigue generando réplicas en el sector bancario mundial. A tres semanas de su debacle, no es posible respirar aliviados aún luego del episodio que generó el segundo mayor colapso de una entidad bancaria en la historia de

¿Qué pasó con SVB? El principal pecado de este mediano fue usar los abundantes depósitos de start-ups tecnológicas para comprar bonos del Tesoro de largo plazo. El problema de este descalce es que, si muchos clientes deciden retirar sus depósitos, el banco tendrá que vender esos bonos antes de su vencimiento, asumiendo fuertes pérdidas. Y si esto se da en un contexto en el que las alzas de tasas de interés por la Reserva Federal (FED) han hecho que esos bonos pierdan parte de su valor, tenemos una receta para el desastre. Si, además, sus balances no tienen que reflejar el valor actual y real de esos bonos, sino el que esperan en su vencimiento, los riesgos pueden pasar desapercibidos para los reguladores.

Y eso fue exactamente lo que sucedió. SVB tuvo que vender bonos con pérdidas por US$1.800 millones y anunciar que buscaría capital para compensarlas. Esto encendió las alertas y sus clientes, con solo poner sus dedos en una pantalla, se pasaron la voz y retiraron US$42.000 millones, generando una corrida financiera tan feroz que el banco tuvo que ser intervenido al día siguiente.

La pregunta en ese momento era qué otras entidades financieras estaban en una situación parecida y, dos días después, fue intervenido Signature Bank, otro banco mediano, y pocos días después un grupo de 11 bancos tuvieron que unirse para evitar que First Republic Bank se sumara al club.

Otra pregunta relevante era qué pasaría con los que mantenían depósitos por encima de los US$250.000, el máximo cubierto por el seguro de depósitos en ese país. Las autoridades estadounidenses anunciaron que se cubrirían todos los depósitos de estas entidades sin importar el monto. Esta reacción evitó que se generaran nuevas corridas bancarias en otros bancos medianos, pero también incentivaría a que no se tomen las precauciones necesarias para evitar futuros colapsos.

Los movimientos sísmicos no se concentran solo en Norteamérica. Credit Suisse, el banco suizo que estaba hace tiempo en problemas, tuvo que ser comprado por otro gran banco de ese país, UBS, a precio de remate y los balances de los grandes bancos europeos están bajo la lupa.

Empezando un nuevo mes, las aguas parecen un poco más calmadas, pero los riesgos se mantienen. La pregunta sobre qué entidades no se han preparado para el fin de la era de abundante liquidez y bajas tasas en la que hemos vivido sigue siendo relevante. Ojalá los bancos y los reguladores demuestren que, ahora sí, han aprendido de sus errores.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alejandra Costa curadora de Economía del Comité de Lectura