"Cambios para que nada cambie", por Juan Paredes Castro
"Cambios para que nada cambie", por Juan Paredes Castro
Redacción EC

JUAN PAREDES CASTRO ()
Editor central de Política

Si nos atenemos a las recientes declaraciones del jefe del Estado, del , del presidente del Congreso y del congresista Alberto Beingolea, portavoz del PPC, la última crisis política no sería más que un espejismo, algo que no encajaría en la realidad.

Estaríamos asistiendo a un escenario surrealista en el que nada de lo visto es cierto y en el que la enumeración de los problemas por corregir como la no intromisión de la primera dama, , en las decisiones del gobierno no pasaría de ser, según el primer ministro, “una percepción ciudadana para sacarla de raíz y ponerla a un costado, hasta hacerla desaparecer”.

A la hora en que el jefe del Gabinete describía esta figura de tomar la ‘percepción’ prácticamente con las manos para apartarla de la preocupación gubernamental, uno no podía sino imaginar una acción casi mágica. Cornejo estaría imponiéndose, a contracorriente, una tarea doblemente difícil: de no solo borrar, en la práctica, el ejercicio de poder de la primera dama dentro del Gabinete, sino de alejar de un santiamén la percepción pública que replica, como en un espejo, lo que realmente pasa.

Nuestras autoridades políticas tendrían también la percepción equívoca de que la opinión pública se chupa el dedo, cada vez que desaprueba gestiones y popularidades del presidente y su esposa Nadine Heredia, o cada vez que descorre el telón de fondo de una crisis política con huellas a la vista.

Felizmente, la realidad no puede esconder errores garrafales de la cúpula gubernamental como los que se dieron en el manejo torpe del alza salarial ministerial, en el encapsulamiento no explicado del tema de la remuneración mínima vital y en la abrupta salida de de la Presidencia del Consejo de Ministros.

Si todo fuera producto de un espejismo político enfermizo, el presidente no hubiera tenido que salir en horas de la madrugada, en jean y mangas de camisa, rodeado por sus ministros, todos impecablemente vestidos, a pedir un voto de confianza, casi desesperado, para un Gabinete que en ese momento (primeras horas del sábado) parecía desahuciado.

Existe el convencimiento oficialista (allí están las afirmaciones de Humala, Cornejo y Otárola para corroborarlo) de que lo que llevó a la crisis no es más que una percepción. Si es así, los cambios prometidos y previstos en las últimas 72 horas tendrían la virtud de hacer, paradójicamente, que nada cambie, puesto que todo sería producto de la imaginación y suspicacia generalizadas.

¿Sería finalmente una percepción más que el PPC haya salvado al Gabinete solo a cambio de que Nadine Heredia dé un paso al costado en las decisiones de gobierno?

Habría en todo esto más de un secreto que el PPC desearía por ahora guardarse para sí respecto de los entretelones palaciegos de la última crisis.

Nos gustaría ver a un Javier Bedoya presidiendo seriamente el Congreso, en nombre de la oposición y no como la expresión de una nueva mayoría oficialista, en una señal de componenda bajo la mesa.