Las decisiones que tomamos o dejamos de tomar nos conducen por vías que, con el tiempo, se vuelven determinantes. Cuanto más se avance por caminos específicos, dar marcha atrás conlleva costos tan altos que resulta menos problemático seguir la flecha.
Sostengo que la consecución del modelo económico de mercado en el Perú se explica, en gran parte, por este “path dependence”. Cuando se adoptaron las medidas de ajuste en los noventa, nos encaminamos por los senderos del Consenso de Washington. El cambio de milenio (recesión económica y final del autoritarismo), empero, constituyó una coyuntura crítica: se podía persistir en el neoliberalismo o ensayar alternativas. Se eligió lo primero.
Desde entonces, los gobiernos sucesivos –incluyendo a un “contestatario” Humala– asentaron estas medidas y las convirtieron en política de Estado, de tal manera que parecen irreversible; al menos hasta una próxima coyuntura crítica. No se trata entonces de un “triunfo del paradigma neoliberal” en el plano de las ideas, sino sobre todo del resultado de acciones y omisiones políticas.
Así como el “path dependence” (a.k.a. “piloto automático”) nos ha conducido al actual modelo de crecimiento económico, también nos ha llevado a un camino ciego, sin salida, en el plano de la reforma estatal. Por décadas, diversos gobiernos han postergado reformulaciones de políticas sectoriales en áreas como educación, salud y seguridad. Las nefastas consecuencias resienten la construcción de un Estado que haga sostenible el buen momento de las macrocifras.
En primer lugar, no se han generado materias grises para el diseño de políticas. Cuando por casualidad aparece un ministro con voluntad de cambio, importa especialistas del sector no gubernamental o de la cooperación internacional. A la primera crisis de gabinete, el proyecto se trunca. En segundo lugar, los intereses de las burocracias respectivas (magisterio, federación médica, policía) privilegian el statu quo; son reactivas a las iniciativas de reforma y caen en una lógica reivindicativa antes que propositiva. La prioridad es la huelga; se descuida la capacitación. En tercer lugar, se asienta una cultura política mediocre en la cual se pierde el horizonte de servicio al ciudadano. Bajo esta costumbre, el servicio estatal se convierte en un favor y no en un derecho.
Cada nueva administración ha profundizado la dejadez institucional. Estemos a favor o en contra de sus preceptos ideológicos, el “path dependence” neoliberal tiene objetivos articulados. En cambio, el “path dependence” de la no reforma es incierto, caótico y perjudicial para las expectativas de país. El problema de fondo es que las características reseñadas –ausencia de tecnocracia, burocracias conservadoras y postergada cultura de servicio público–se reafirman estructurales, permanentes y obstaculizadoras para los esfuerzos de los mandatarios de turno.
La lógica de nuestra política nos ha llevado a invertir prioridades: interesa más saber cómo ganar una elección que cómo gobernar; importa más el ‘outsider’ de moda que un equipo programático. El optimismo económico (y su celebración) es cómplice y distractor porque, unos pasos más allá, ya no hay camino por donde avanzar. No hay un “adelante”.