“Corresponde reactivar nuestra industria y servicios con una recuperación de la demanda interna”.
Precisemos primero que debemos apuntar a un crecimiento verde reduciendo la desigualdad y los riesgos y que facilite una gobernabilidad democrática. Se puede y se debe crecer así. Volver a crecer dañando el ambiente y con una alta desigualdad que promueve inseguridad, conflictos, economías ilegales e informalidad, causa grandes males y hace el crecimiento insostenible. Es por esa vía de degradación institucional que hemos terminado con un gobierno como el actual, que comete gravísimas violaciones de los derechos humanos y degrada la democracia.
La clave para ese nuevo crecimiento es poner en marcha nuevos motores económicos. La prioridad debe estar en aquellos sectores que generan mayor cantidad de empleo y en los que los efectos positivos en inclusión social y dinamismo tecnológico sean mayores, tales como la industria, los servicios y sectores como agricultura, construcción y turismo. Hoy debemos dar importancia a la agricultura familiar y regiones de sierra y selva donde la inequidad se siente de manera más profunda. La mala conexión de los pueblos rurales, en los que los caminos son apenas una huella sin mantenimiento y donde Internet no llega, debe resolverse mediante una masiva inversión pública.
Junto a ello deben promoverse nuevas técnicas productivas agropecuarias y rurales, con fitotoldos, mejor uso del agua, agroecología y cultivos que obtengan mejor precio en los mercados, como palta, café y cacao orgánicos, quinua, piscigranjas, turismo cultural y tantos otros.
En las ciudades, para la industria y los servicios compete promover la productividad y la innovación, adaptando a nuestro país las nuevas tecnologías de la información y la inteligencia artificial, con programas públicos conectados a empresas privadas. Nuestras universidades deben desarrollar investigaciones e innovaciones que permitan dar valor a nuestra biodiversidad de manera sostenible, con nuevos productos para la salud y el cuidado personal, la gastronomía y el turismo cultural y ecológico. Las pymes y jóvenes emprendedores deben acceder a crédito barato, con un programa masivo similar a lo que fue Reactiva 2, y para las microempresas una reforma de la tributación debe hacerla justa y fácil.
Para la inversión privada deben reducirse las tasas de interés y lograr una mayor estabilidad política, hoy seriamente en cuestión con una presidenta y un Congreso rechazados por el 90% de la población. Un buen crecimiento necesita un gobierno democrático que actúe en función del interés público, construya consensos ciudadanos incluyendo a regiones, trabajadores y pueblos originarios, y se relacione provechosamente y sin corrupción con el sector privado.
“Asignar al MEF la responsabilidad para salir de esta coyuntura no sería justo ni realista”.
El estancamiento económico que estamos experimentando no solo es un obstáculo para el desarrollo, sino que además abre la puerta para un retroceso. Vivimos en un escenario complicado, con un gobierno débil, carente de ideas y sin ascendencia decisiva en el Parlamento. A ello se suman la permanencia de políticas nefastas del gobierno del expresidente Pedro Castillo, problemas históricos de gestión pública, amenazas de un fenómeno de El Niño que puede causar estragos y una desaceleración económica mundial no exenta de riesgos de mayores complicaciones. Este coctel se ha traducido en una desconfianza generalizada que arriesga el futuro del país.
Asignar al MEF la responsabilidad para salir de esta coyuntura no sería justo ni realista. No obstante, el ministerio debe asumir un liderazgo necesario para empezar a salir de atolladero, porque cuenta con características propias (es transversal, tiene equipo técnico sólido y maneja la asignación del presupuesto) que le permitirían asumir ese liderazgo de manera efectiva.
Para empezar, se debe pisar tierra y comprender que la restitución de la confianza de los agentes económicos es un proceso largo y trabajoso, que requiere acciones concretas más allá de la retórica y las buenas intenciones. Este reconocimiento ayudará para definir proyecciones realistas y metas concretas hasta el 2026.
El resto del trabajo es complejo y no exento de toma de decisiones difíciles. Lanzo algunas ideas, entre otras, que podrían servir para delinear una agenda para los próximos 30 meses, bajo el supuesto de que el Gobierno actúa proactivamente y está dispuesto a “jugársela”.
Primero, se debe desmantelar la agenda (anti) laboral del gobierno anterior. Luego se debería evaluar técnicamente el impacto de la eliminación de la política sectorial agroexportadora y, de ser el caso, restituir sus elementos laborales que formalizaron al sector y retomar la idea de empresas agroexportadoras “tractoras” que integren a pequeños agricultores en sus procesos productivos acompañado de asistencia técnica.
Asimismo, se debería establecer un diálogo con las empresas constructoras de vivienda social para acordar compromisos vinculados a los subsidios para sectores vulnerables.
También se tiene que rescatar la institucionalidad del Consejo Nacional de Competitividad y Formalización, como mecanismo de diálogo y propuestas, además de actualizar el Plan Nacional de Competitividad y Productividad con el método participativo vigente.
Considero que se tienen que incorporar mecanismos de participación privada en las empresas públicas, sea mediante contratos de gestión o con participación accionaria, como existe en algunas de ellas. Recordemos que, con un mínimo de 30% de participación privada accionaria, la gestión se exime de los sistemas administrativos del Estado.
Finalmente, opino que se debe apostar seriamente por la implementación de la ley del servicio civil. El MEF ya tiene el camino listo para empezar por el mismo sector y debe proveer los recursos para que otras entidades aceleren sus procesos. En particular, la profesionalización en los gobiernos regionales es urgente.
El compromiso sobre una agenda de 30 meses debería ser, además, compartido con el Congreso y, ojalá, llegar a consensos mínimos para remar en el mismo sentido. Puede parecer iluso de mi parte, pero no veo otra manera de volver a creer en nuestras potencialidades y plasmarlas en la realidad.