(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Santiago Roncagliolo

Uno pensaría que Dios, que a fin de cuentas es un señor mayor y sensato, escucha al cardenal Cipriani y se echa a temblar. Seguro que el Creador tiene una estampita del cardenal en su mesa de noche. Antes de acostarse, le reza al prelado. Le ruega que se quede callado. Le promete que, si tiene la amabilidad de guardar silencio, él se pondrá un hábito morado, ayunará, se flagelará, o si quiere, le dará dinero. 

Ya se sabe que un obispo es como un abogado de Dios, que habla en nombre del sospechoso para que el pobre no meta la pata diciendo lo que piensa de verdad. Pero Cipriani es un letrado de oficio, de esos que cobran poco y no trabajan bien los alegatos ni las declaraciones, y luego van por ahí como borrachitos, diciendo que los derechos humanos son una cojudez y esas cosas. Es verdad que Cipriani ha desmentido haber dicho eso. Pero también ha desmentido que apoyase a Fujimori, y tampoco suena verosímil. Al pobre se le van desmintiendo los desmentidos, mientras Dios se sonroja, sonríe con una mueca nerviosa, nos da una palmada en el brazo y nos dice: 

–¡Es que es tan bromista! 

El cardenal cree que la gente lo malinterpreta. Que le tiene manía. Un día declaró que no hay abusos de niñas, sino que las mujeres van por ahí, “como en un escaparate, provocando”. Y todo el mundo, oye, lo malinterpretó. Él solo se había referido a un caso de lo más común. Como esos canallas que ponen en sus casas computadoras y televisores, para atraer a los ladrones. O los locos que se cruzan por donde pasan las balas, solo para molestar. Pero la gente se pone muy quisquillosa. Ahora va a resultar que existe el maltrato doméstico. Como si fuera tan difícil para las mujeres encerrarse en una habitación, ponerse un hábito negro, complacer a sus maridos sin chistar y luego encenderles un cigarrillo. Es que no ponen de su parte. 

Ahora, el cardenal se ha enfadado con la ONU, que ya se sabe, es un sindicato comunista hábilmente escondido en un rincón de Manhattan. El cardenal advierte que la organización nos quiere “colonizar”. La muy fanática ha expresado su preocupación porque no se enseñe igualdad de género en los colegios peruanos. Y el cardenal le ha dicho: “¡Quédate con tus grandes teorías para Europa! Respeta que este pueblo quiere seguir teniendo una formación humanista seria”. Así se lo ha dicho, porque él la tutea a la ONU. 

Lo que sí hace Dios es leer el periódico, porque el planeta le toca en la jurisdicción, así que tiene claro que el Perú forma parte de la ONU. Eso de la colonización le ha sonado un tanto exótico. Lo de exigirle que se lleve sus teorías a Europa le ha preocupado más a Dios, considerando que la religión del cardenal es una teoría venida de Europa y él tiene la central de la empresa en Roma. Pero lo de una formación humanista seria, ya le parece a Dios que es pasarse. A lo mejor habría sido humanista y serio por parte del cardenal criticar la pederastia, las esterilizaciones masivas, las desapariciones y las torturas, con el mismo empeño que la igualdad de género. A lo mejor, que hombres y mujeres tengan los mismos derechos suena menos grave que abusar de menores, por ejemplo.  

Por suerte para el cardenal, Dios tiene misericordia, compasión y esas cosas. Aun así, Cipriani se lo pone cada día más difícil. Un día de estos, a lo mejor le manda una plaga. Cuando tenga tiempo.