Casi cien textos de opinión durante los últimos diez años he escrito con su nombre. Este podría ser el último, Manuel Burga. Debería ser. Porque doce años ha sido demasiado tiempo. Porque para desgaste de hígado (y mente) hemos tenido demasiado. Hoy es la elección presidencial para la Federación Peruana de Fútbol y tengo la sensación de que hasta aquí llegamos. Sobre Burga hemos escrito todo. Lo poco bueno y todo lo malo. Con su obsesión por perpetuarse en el poder se ha convertido en el triste pasado y el insoportable presente del fútbol peruano. Este mediodía solo esperamos que no sea el futuro.
¿Manuel Burga podría perder las elecciones? El candidato Freddy Ames solo necesita un voto después de las tachas a Burga y a Agustín Lozano (el hombre que tenía los votos para ganarle). Todo depende ahora de los clubes profesionales y de las Ligas Departamentales. Es un momento histórico para que el balompié nacional tome un nuevo rumbo. Un rumbo desconocido es cierto. Pero el desenlace fatal con Burga es evidente. Lo que no hizo en doce años no lo podrá hacer en cuatro más. Cualquier otro, menos él.
Fueron doce años sin resultados estructurales para el fútbol peruano. Sin plan que reúna a todas las categorías, sin exigencia a los clubes para que trabajen con menores. Con tres eliminaciones mundialistas en mayores y con solo una clasificación en menores (los ‘Jotitas’ del 2007). No avanzamos nada, hemos sido los últimos del continente desde hace dos décadas. No era necesario que treinta millones de personas le pidan a Burga que se vaya. Debió irse solo. Hace rato. Por dignidad. Manuel Burga se ha convertido en el novio despechado que se niega a voltear página y se aferra a un amor no correspondido.
Agustín Lozano fue tachado, no lo dejaron participar en la votación, era posible que gane. No era el mejor remedio para la enfermedad pero al menos tenía un ligero beneficio de la duda. Lozano es el abanderado de las Ligas Departamentales, las mismas ligas que avalan ese circo, ese bodrio de torneo llamado Copa Perú. Si Lozano era electo, el periodismo debía pedirle que apunte a un fútbol peruano más profesional y no que apañe la improvisación de sus ‘colegas’. Que desciendan los que tengan que descender y que el sistema de ascenso sea reformado totalmente.
A Burga hoy le podríamos decir adiós. Una votación en la que no participará es la única forma de sacarlo de la Videna. No con una ingenua campaña de Twitter ni con denuncias que le regalen protagonismo a congresistas embriagados de ‘figuretismo’ y oportunismo. Ojalá se vaya de verdad. Y que se busque un trabajo, que se olvide del fútbol. Y que nosotros, al fin, no gastemos una línea de tinta más en él.