En su “Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres”, Rousseau nos explica los problemas de coordinación entre las personas a través del ejemplo de la caza del ciervo. Si los cazadores mantienen su puesto, se cazaría al ciervo y se tendría la solución socialmente óptima, pero como no hay confianza entre los cazadores, si uno ve un conejo dejará su puesto y saldrá a perseguirlo, con lo cual el cazador obtiene su conejo, pero el grupo pierde al ciervo. ¿Por qué tiene este comportamiento? Porque piensa que los otros harían lo mismo y él se quedaría sin nada. No siendo óptimo, este comportamiento es muy racional cuando no existe confianza o, en términos de Robert Putnam, cuando no existe capital social. Para Rousseau, resolver este problema de coordinación o problema de acción colectiva es la clave para alcanzar la prosperidad en una sociedad.
Después de leer este ejemplo, estimado lector, le pido que mire a su alrededor. ¿Confía en ese policía de la esquina? ¿En su vecino? ¿En el funcionario que lo está atendiendo en la ventanilla? En experimentos para detectar la confianza o capital social, se dejan en las calles billeteras con 50 dólares y la información de la persona que supuestamente perdió la billetera. En Finlandia se devolvieron 11 de 12 billeteras. ¿Cuántas billeteras cree que se devolverían en el Perú?
Si queremos lograr un proceso sostenido de crecimiento y llegar al Primer Mundo, tenemos que construir capital social y confianza en su sentido más amplio. No es un problema trivial y no se resolverá en el corto plazo. La buena noticia es que, pese a no tener ese nivel de capital social ahora, no es impedimento para tener altas tasas de crecimiento en el corto y mediano plazo. En el nivel de desarrollo en el que estamos, dado el nivel de ingreso medio, se pueden implementar políticas económicas que promuevan la eficiencia en mercados de bienes y factores, continuar con la apertura de nuestra economía, impulsar la infraestructura pública, mejorar las condiciones para hacer negocios en el país, buscar la eficiencia en gestión pública, continuar con los grandes proyectos, entre otras medidas, que nos llevarían a aumentar la productividad del país y atraer inversión privada. Esto a su vez se traduce en altas tasas de crecimiento, pero debemos ser conscientes de que no alcanzará para llegar al Primer Mundo si no mejoramos nuestro capital social. En diez años más nos pasará lo que están sufriendo Chile y México hoy en día.
De hecho, si queremos construir capital social, el crecimiento es una condición necesaria, pero no suficiente. En Estados Unidos del siglo XIX o en Corea del Sur del siglo XX, el crecimiento permitió un desarrollo de las clases medias que impulsaron y presionaron por mejoras del Estado, evitando el clientelismo político que existía en Estados Unidos y llevando a la democratización de Corea del Sur. Pero solo el crecimiento no arregla la situación: el sur de Italia nunca pudo converger a los niveles de institucionalidad y capital social del norte de Italia y en la antigua Alemania Oriental, pese a la mejora de ingresos, sigue con institucionalidad precaria y prácticas corruptas a escala local.
En el esfuerzo de construir capital social, además del crecimiento económico, existen tres requisitos centrales. El primero es un Estado fuerte y eficiente que resuelva los problemas de la gente, que otorgue servicios de calidad en educación, salud, seguridad e infraestructura básica y que pueda ejercer el monopolio de la fuerza legítimamente para hacer respetar los derechos de propiedad de los ciudadanos. El segundo es un buen nivel de educación en la población, que ha sido el factor diferenciador en los países nórdicos. Y tercero es un claro liderazgo de nuestra clase dirigente, especialmente del presidente de turno que debe fortalecer la legitimidad del sistema democrático y buscar la cohesión social en el país.
Existen algunos factores que nos hacen ser optimistas en este esfuerzo de construir capital social. Es notorio cómo se construyeron redes sociales que detuvieron la penetración de Sendero Luminoso en la década de 1980. También es destacable el esfuerzo colectivo por mejorar la educación, o el cambio cultural en la clase empresarial peruana de ser rentista a acostumbrarse a competir en mercados cada vez mas globalizados, o un Estado que ha demostrado imaginación creando instrumentos útiles como obras por impuesto o el aporte voluntario y sacando adelante proyectos complejos como Camisea. Tenemos que mejorar muchísimo para llegar a la prosperidad; pero, utilizando la tipología de Basadre, no debemos ser unos congelados mientras los incendiados y los podridos destruyen el país de nuestros hijos.