Alonso Cueto

La es una constante en la vida de cualquiera de nosotros y en la de cualquier sociedad o país. Uno puede hacer proyectos o fijar objetivos. Sin embargo, todos contamos con lo inesperado. Hoy la incertidumbre es el rasgo más saltante entre los peruanos. En el ámbito político, se supone que esta mañana hay un pleno en el , pero nadie sabe lo que va a pasar allí. ¿Se abrirá la discusión sobre elecciones generales o al menos complementarias?

Pero no se trata solo de una incertidumbre política, sino de todos los ámbitos que dependen del Gobierno. Incluso el fútbol, considerado el opio del pueblo por algunos, parece secuestrado por conflictos y problemas internos.

Y, sin embargo, la gente continúa con sus quehaceres. Nadie sabe lo que va a pasar, pero todos salen a trabajar todos los días como si lo supieran. Es un signo de que queremos sobrevivir más allá de los contextos y gracias a nuestro sistema económico.

Aun en medio de las dudas políticas sobre el futuro, los mercados siguen funcionando, las carreteras están llenas de vehículos y algunos incluso pueden tomar un desayuno decente. La vida de algunos parece seguir siendo tan normal que hasta vimos a un calato correr escapando de un hotel en la Av. Los Héroes de San Juan de Miraflores. En vez de morir como un héroe en la cama el Día de San Valentín, prefirió huir disparado, quizá ante la incierta aparición de algún marido.

Pero no podemos huir de la vida que nos rodea ni de las dudas sobre el porvenir. La principal víctima de la incertidumbre es el futuro. Si no sabemos si las elecciones serán este año o el siguiente –o, quién lo hubiera pensado, en el 2026–, no sabemos qué grupo o líder podría ganar, con qué programa y qué sistema nervioso, mental o moral lo va a definir. Keiko dice que no postulará si se adelantan las elecciones, pero como ha escrito Juan Carlos Tafur, debía anunciar que no volverá a postular nunca. Keiko ha demostrado a lo largo de los años que los intereses de su partido siempre estuvieron por encima de los de la sociedad, saboteando con ello su propio partido. Hay rumores de otros nombres y candidaturas, pero no sabremos nada hasta que haya una fecha para las elecciones, lo que hoy parece bastante remoto.

La única certeza de estos tiempos es la misma de toda la historia del Perú. Hace unos días, en una entrevista con CNN, el presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde, a quien los peruanos debemos mucho, lo dijo en una respuesta que reproduzco de memoria: “La gente sin recursos puede tolerar que haya alguien a su lado con una mansión. Lo que no puede aceptar es que no tenga acceso a un hospital o a un colegio con unas condiciones mínimas”.

La incertidumbre es una plaga más terrible en la población más pobre. Saber que si un hijo se enferma podrá atenderse. Saber que tendrá una escuela con los servicios mínimos de calidad. Saber que podrá ganarse un sustento diario. La presencia del Estado para atender necesidades básicas a toda la población es la única forma de establecer la confianza en el sistema. Nuestro fracaso de los últimos años ha sido un fracaso de gestión, con el trasfondo de que conocemos, agravada durante el gobierno de Castillo.

La corrupción se nutre de una sociedad dividida, fragmentada, descompuesta, sin un sentido de pertenencia. Es el bloqueo de todas las carreteras con un efecto similar. Mientras siga su curso, nuestra incertidumbre será mayor.

Alonso Cueto es escritor