Certificado de salud mental, por Carlos Galdós
Certificado de salud mental, por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Este episodio comienza hace unos años, cuando estaba casado por primera vez. Era una tarde como cualquiera en la que Yolanda, mi primera esposa, y yo estábamos viendo una serie de televisión cuando aún no existía Netflix. De pronto, ella tomó el control remoto, puso en silencio la tele, volteó, me miró y me dijo muy sonriente: “Si hubiera sabido que eras así, de ninguna manera me habría casado contigo”, y continuamos viendo nuestra serie favorita por HBO.

Un par de años después, en ese papelito que firmas frente al juez en el Poder Judicial, figuraba que la causal de nuestro divorcio era incompatibilidad de caracteres. Hoy, con la tormenta en calma, Yolanda y yo nos reímos mucho recordando nuestra vida juntos. Incluso, ella le pregunta a Carla, mi actual esposa, si sigo lavando ropa de madrugada o, peor aún, si ya le hice el roche de pasearme en zunga narizona por San Bartolo. Somos amigos, nos queremos y adoramos a nuestra hija, pero de ninguna manera ella volvería a elegirme a mí.

Hace un par de sábados, en nuestra primera salida romántica después de ser papás, Carla, en medio de una cena con velitas y mientras comíamos un rico T–bone, cogió mi mano, me miró a los ojos y me dijo: “¿Tú eres consciente de que es bien difícil estar casada contigo? Si hubiera sabido que eras así, ni loca la habría hecho”. La pregunta volvió a sonar ante mis oídos. “¿En serio te parezco tan complicado, amor?”, le respondí con cara de gato con botas en la película Shrek. Y automáticamente se activó el pliego de reclamos: “¿Crees que es cómodo dormir con cuatro perros en la cama así sean chiquititos? ¿Te parece normal que viva con una persona que no se baña de viernes a lunes y está con pijama todo el fin de semana? Si fuera yo la que durmiera con chalina y pijama de polar encima, ¿te parecería sexy? ¿Es necesario tener todo un cuarto lleno de abarrotes y dos congeladoras con víveres para un año, todo porque odias ir a comprar a cada rato y según tú una visita al supermercado anual es suficiente? ¿Es correcto que cada vez que tenemos una reunión familiar tú te enfermes y seas el gran ausente de la noche? ¿Por qué tienes que contar todas nuestras intimidades en tus shows y encima te ríes de ellas como si fuera algo normal? ¿Te parece gracioso que cada vez que caminamos por la calle alguien te grite ‘chipi’ y todo porque te encanta hacerte fama de desventajado? Las primeras veces que salíamos me encantaba quedarme conversando contigo hasta la madrugada, pero hoy, tres años después, ¿crees que eso es normal todas las noches?”.

Esta semana, el psiquiatra Edwin Santos, del Hospital Regional de Cajamarca, recomendó un certificado de salud mental como requisito antes del matrimonio para de esta manera, previo examen de compatibilidad, poder evitar casos de violencia familiar. La idea no suena descabellada si es que se llevaran a cabo las evaluaciones con la rigurosidad y profesionalismo adecuados, no como, por ejemplo, se hacen los exámenes psicológicos para el brevete, y ya vemos los asesinos al volante que hoy tenemos en las pistas.

Por mi parte, a Yolanda y a Carla les quiero decir que si tuviera la opción de elegir nuevamente, las escogería como ex esposa y esposa, porque considero que nadie más en el mundo me podría aguantar, pero sobre todo regalarme los hijos que tengo. Si ustedes me chotean, yo no.

Esta columna fue publicada el 20 de agosto del 2016 en la revista Somos.