El Perú ya importa más de China que cualquier otro país, sobrepasando a EE.UU. por primera vez. Así lo reportó la Cámara de Comercio de Lima esta semana. El país asiático, cuyas exportaciones al Perú en el 2005 eran la mitad de las de EE.UU., en el 2014 da origen al 21% de todas las importaciones peruanas.
Ya van varios años en que el Perú exporta más a China que a EE.UU. Casi todo es producto minero. Dado que el verdadero objetivo de exportar es poder importar lo que uno valora más, no cabe duda de que el Perú se está beneficiando enormemente de las importaciones chinas que incluyen teléfonos celulares, procesadores, monitores y otros aparatos electrónicos. Un mayor comercio con China significa un aumento de riqueza y de libertad del ciudadano común, no solo en el Perú sino en todo el mundo.
El auge de China como potencia económica mundial se debe a su alto crecimiento económico y comercial, cosa que ha permitido que el Gobierno convierta al país en acreedor, en vez de deudor. Hasta se habla de una China que sobrepasará a EE.UU. y cuya moneda pronto será una reserva internacional como lo es el dólar. ¿Serán sostenibles las políticas chinas? ¿Qué significa esto para un país como el Perú?
En su libro sobre China publicado esta semana, Weiying Zhang describe cómo las grandes reformas desde 1978 han transformado a su país y multiplicado el ingreso per cápita por 18. Para Zhang, la clave ha sido el emprendimiento en el sector privado, que a su vez fue fomentado por la liberalización de precios y la creciente protección a la propiedad privada. Cuando en el sector rural se inició el proceso de reformas, este liberó los talentos de los campesinos emprendedores que aumentaron drásticamente su producción. Cuando se legalizaron las empresas privadas en 1988, hubo una explosión de negocios en el país. Con el ‘boom’ de Internet a finales de los 90 y la admisión de China en la Organización Mundial de Comercio en el 2001, los empresarios chinos educados en Occidente regresaron a su país a fundar empresas, muchas de ellas de alta tecnología.
Es así que Zhang afirma que por primera vez en 2.000 años de historia china, la mayor parte del emprendimiento empresarial se dedica ahora a crear riqueza en vez de redistribuirla a través del gobierno. El problema es que el sistema chino sigue siendo una mezcla de un sector privado y un sector estatal todavía represivo y que está empezando a desalentar el crecimiento. Ahora que China es un país más desarrollado, la riqueza y la innovación se vuelven más importantes, por lo que necesita instituciones que protejan mucho mejor la propiedad privada y el libre intercambio de ideas e información.
El economista David Dollar, de hecho, observa que fuera de pocos países ricos en petróleo, no existen casos de países de ingresos medios (como China) que, siendo autoritarios, se volvieron ricos sin antes convertirse en democracias basadas en el Estado de derecho. Singapur puede ser la única excepción, pero sí tiene Estado de derecho. Desgraciadamente, el régimen chino está incrementado la violación de derechos civiles como el de expresión, y debilitando todavía más un débil Estado de derecho. La reciente caída del crecimiento chino puede que no sea meramente coyuntural.
China todavía está lejos de alcanzar a EE.UU., pues su ingreso per cápita es una quinta parte del de los estadounidenses. Y para que el mundo confíe en su moneda, necesita primero establecer una sociedad en la que haya tal confianza. Eso requiere las reformas institucionales (cortes independientes) y democratización que Zhang dice que son necesarias. Se logre o no hacerlas, tendrá un gran impacto en la economía mundial y en la libertad de todos nosotros.