Constantemente cuestionamos el fracaso de la política y las instituciones. Pero difícilmente nos hacemos responsables. ¿Cómo llegamos a tener las autoridades que hoy tenemos? La respuesta es simple, porque nosotros, los ciudadanos, decidimos no participar activamente en política y limitar nuestros derechos políticos a ir a votar, siempre y cuando las elecciones no interfieran con nuestras agendas personales. En este último caso, preferimos pagar la multa y seguir adelante como si nada de lo que ocurriera en el Perú fuera responsabilidad nuestra.
Los peruanos hemos construido una sociedad donde la confianza interpersonal es la más baja de toda América Latina. Solo el 17% de los peruanos cree que se puede confiar en los demás. ¿Se ha puesto a pensar cómo, desde su espacio, está contribuyendo a la corrupción, el tráfico de influencias y el encarecimiento de hacer empresa y vivir en sociedad?
¿Qué sucede cuando es el sector privado el que contribuye a elevar los costos de transacción y a violentar el Estado de derecho? ¿Cuánta responsabilidad tenemos los privados, en un país donde difícilmente se puede sostener que existe un real libre mercado, cuando lideramos empresas que abusan de sus posiciones de dominio?
Nos quejamos constantemente de la burocracia estatal y de los costos de transacción que genera, de los plazos que nunca se cumplen y el impacto que eso tiene en el crecimiento, pero nunca nos fijamos en los requisitos que nosotros desde la empresa exigimos. Por ejemplo, en una negociación, cuando se utiliza la fuerza de la gran empresa para doblegar a la empresa más pequeña. ¿Por qué se cree que solo el más fuerte debe garantizar sus derechos en un contrato y violentar los de las otras partes? Cuando se otorga un crédito bancario, ¿la tasa realmente responde a un análisis de riesgo o hay un aprovechamiento del oligopolio que existe en el país? ¿Cuántas garantías se le piden a alguien que quiere acceder a un crédito? ¿Al estar sobregarantizado un préstamo no limita la posibilidad del deudor de seguir creciendo? ¿Cuál es el rol que los bancos han tenido en impedir que surja un verdadero mercado de capitales en el Perú que les permita a las pequeñas y medianas empresas crecer? ¿No nos estamos excediendo con la tramitología que les estamos exigiendo a las personas? Queremos simplificación administrativa, pero desde el sector privado inventamos trámites nuevos, exigimos requisitos innecesarios y generamos mayores costos de transacción y, con ello, frustración.
Una de las características que diferencian a los países desarrollados de los que están en vías de desarrollo es que en los primeros todos los ciudadanos tienen igual acceso a las instituciones políticas y económicas. Mientras que, en los segundos, son los grupos de interés los que capturan esas instituciones para su beneficio, perjudicando a los demás, al excluirlos. Tal y como sostienen Daron Acemoglu y James A. Robinson, las diferencias no son raciales ni culturales. Estas se basan en la construcción de sus instituciones. El Perú es un país multicultural y bastante complejo, que lleva años luchando por su gobernabilidad. No existe cohesión social ni visión de país. Una diferencia adicional es que en los países desarrollados existe lo que Thomas Hobbes llamó el monopolio de la violencia. Esto es: que solo el Estado, a través de la ley, puede ejercer la violencia (orden, persecución, sanción), sin que ningún otro grupo pueda hacerlo.
En el Perú, vivimos en tierra de nadie. Somos una cultura en la que las instituciones se han construido sobre la base de la desconfianza y el egoísmo, en la que el mercantilismo reina. Un país en el que cada uno cree que solo debe velar por sus propios intereses y que los de los demás no importan. Es la cultura “combi”, el modo supervivencia salvaje, que se ha esparcido como un virus en todos los niveles de la sociedad. No entendemos que para que un país sea sostenible y llegue al desarrollo necesita de cohesión social. Mientras más personas logren entrar a la clase media y prosperar, más estable será el país y mejor la calidad de vida de todos.
¿Cómo construir una sociedad próspera si cada uno está jugando un partido propio, en el que todo está permitido con tal de ganar el juego?