(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Bullard

Estuve en Disneyworld con mi hija Inés. En la atracción La Mina de los Siete Enanos, las colas son interminables. Duran más de dos horas.

Nos levantamos a las 7 a.m. para ser los primeros en la cola de entrada del parque. Nuestro plan era que, abierto el parque, nos dirigiríamos directo a la atracción antes de que haya cola. Corrimos pero al llegar nos dimos con la sorpresa que ya había una cola de más de 90 minutos. No pudimos subir.

¿Qué ocurrió? Disney permite a quienes se hospedan en sus hoteles entrar una hora antes al parque. No importaba que hubiéramos llegado más temprano. Los huéspedes de los hoteles se te colaban. Pagando un hotel más caro comprabas indirectamente mi lugar en la cola.

En otro parque, Universal Studios, la venta del derecho a colarse es menos sutil. Por 40 dólares adicionales compras un ‘express pass’. Con él entras en las atracciones a una cola mucho más corta. El resto de los mortales ve, con rabia y envidia, que les pasas por delante. El eslogan del ‘express pass’ te anuncia como un ‘colón’ legitimo: ‘Skip the regular lines’ (“Sáltate las colas regulares”).

Pero saltarse las colas es aun más común. En un teatro o en un concierto suelen ser más apreciados los sitos más cercanos al escenario. Si usted llega primero, antes de que abra la taquilla, se dará con la sorpresa que ello no le asegura tener los mejores lugares. Tiene que pagar precios más caros por el asiento. No importa que la butaca sea igualita. Si no pagas el precio de una entrada premium, acabas en la cazuela.

¿Y qué piensa del siguiente ejemplo? Usted llega temprano a hacer su cola para comprar entradas para el partido Perú-Colombia. Hay algunas personas delante de usted. De pronto, el señor que está exactamente delante de usted, a cambio de algo de dinero, le cede su sitio a otra persona. Ojo que la persona que recibe el dinero se va.

Usted está en el mismo puesto que antes. Ahora hay alguien distinto delante. Pero a usted (como me paso a mí en el tren de los enanos, al que le pasan por delante el que tiene un ‘express pass’ en Universal o el que está sentado en cazuela viendo al protagonista de la obra de teatro con largavista) le da mucha rabia. Y es que el de delante no hizo cola, sino que compró su sitio.

La reventa de entradas es, finalmente, pagar extra por estar delante en una cola. Si usted quiere ir a una obra de teatro en Broadway, sabe que, si las localidades están agotadas, puede obtener entradas en reventa. Más caras, sí, pero le permiten ir a ver el espectáculo si no tuvo oportunidad o el tiempo de hacer la cola. Se está colando delante de quienes no están dispuestos a pagar lo mismo que usted.

La reventa de entradas despierta pasiones tan intensas como la pasión por clasificar al Mundial. Nos parece inconcebible. Pero, la verdad, no está muy claro por qué no es una actividad legítima. Sin embargo, la satanizamos y consideramos a los revendedores como unos delincuentes.

Pero lo cierto es que las entradas son bienes escasos y hay diversas formas de asignarlas. Una es entregándolas a quien primero llega (es decir, por el orden de la cola). O podemos hacer un sorteo o entregarlas según un privilegio (los más inteligentes, los más viejos, los que tienen mejores cargos políticos). O podemos usar el mercado (por medio de precios y reventas). Lo bueno del sistema de precios es que asigna las entradas a quien más las valora. No todos tenemos los mismos recursos. Usualmente, el primero de la cola tiene un recurso importante para estar adelante: tiempo. Y nuestro tiempo es, a fin de cuentas, algo que es legítimo vender a otros. ¿Acaso no puedo pagarle a alguien para que vaya a comprar una entrada por mí? Entonces, ¿por qué no puedo pagarle por la entrada que compró?

Algunos tienen dinero para comprar en reventa. ¿Por qué preferir a quien tiene tiempo o a quien tiene dinero? En realidad, son dos formas de expresar cuánto valoro ir al estadio. Ambas permiten una mejor asignación de los espacios, de manera que vayan al partido quienes más lo valoran. Eso no puede ser tan malo.

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