En 1954, cuando tenía 6 años, mi abuelo Eduardo Rada Benavides, que todas las mañanas a la hora del desayuno leía El Comercio, me sentaba a su lado y me enseñaba a leer con los titulares de la primera plana. En realidad, estas palabras las deletreábamos los niños porque las letras de los artículos eran muy pequeñas, parecían huellas de araña. Esas eran para los mayores y si tenían anteojos, mejor.
Fue costumbre enseñar a los niños a leer con El Comercio. Sucedió con muchas familias limeñas y de provincias. Si bien no a todos, a diversos departamentos del Perú llegaba El Comercio de provincias, más pequeño, menos ancho, pero contenía buena información nacional e internacional.
Esa impresión de la presencia de El Comercio en las manos de sus lectores tanto de la capital como del interior del país la tuve cuando veía sentados, en las bancas de los parques limeños, entre las décadas de los cincuenta y sesenta, a las personas mayores leyendo la edición de la tarde, que tenía una ventaja sobre la matutina porque las noticias de Europa, Asia, África y Oceanía llegaban más frescas.
Gracias a El Comercio comencé a conocer el Perú. La primera vez que viajé a Trujillo tenía 12 años. Ese viaje fue en una camioneta Chevrolet de los años 50, que distribuía el periódico por el norte. La camioneta la manejaba Efraín Reyes, un afroperuano conversador, alto, amigable y sonriente. A veces, mi padre, actual director general de este Diario, me llevaba en esas camionetas cuando le tocaba supervisar cómo iba la distribución en provincias, donde nuestro competidor “La Prensa” nos había sacado ventaja.
La empresa distribuidora se llamaba Costandina, era una filial del periódico y llegaba hasta la sierra, por ejemplo, a Huancayo.
También por aquella época me llamó mucho la atención que la gente dijera “los Comercios” en lugar de los periódicos. Mejor posicionamiento de marca no lo puede lograr ni el mejor marquetero del mundo. Increíble, el específico “Comercio” reemplazaba, en el lenguaje coloquial, al genérico periódico. Creo que es el único caso en la historia del periodismo en el mundo, como también lo es a nivel mundial, y esto fue debidamente comprobado por el periodista Hugo Garavito, que El Comercio fue el primer periódico en hacer divulgación científica a través de la pluma de Óscar Miró Quesada de la Guerra, mi abuelo, conocido como Racso –que es Óscar al revés–.
En el 2003, cuando mi primo Alejandro (Alejo) era director, decidió crear la Oficina de Relaciones Comunitarias y me la encargó. En realidad esta oficina tenía la función de representar al director del Diario en diversos eventos. Al principio, fue brevemente así, hasta que se nos ocurrió crear las audiencias distritales y regionales, luego nacionales y especializadas. Ellas se gestaron bajo el argumento de que si en política el pueblo escucha lo que dicen las autoridades, ¿por qué no es al revés?, que las autoridades elegidas escuchen al pueblo. Y así fue. La primera audiencia distrital fue en Jesús María y la regional en Chiclayo. Desde su inicio el éxito fue total, el pueblo tenía un canal de participación y de opinión. Se logró que las autoridades –congresistas, gobernadores regionales y alcaldes– escuchen a los ciudadanos y rindan cuentas de su gestión. De esta manera, El Comercio no solo estaba presente en el país in situ, sino que contribuyó para que haya más democracia. Y eso es fundamental, porque el principal aliado para que el periodismo sea libre es la democracia.
En el 2010, cuando dirigía este periódico, se me ocurrió hacer audiencias internacionales para escuchar las inquietudes de los peruanos que viven en el extranjero. Hice solo una, en Madrid. Luego de realizada esta –que contó con la participación de Jaime Cáceres, nuestro embajador, un alto funcionario del gobierno autónomo de Madrid, el director de Migraciones y el presidente de la Asociación de Peruanos en España– fui invitado a la Municipalidad de Getafe para dar una conferencia sobre en qué consistían las audiencias. Al concluir mi exposición un participante español me preguntó, luego de elogiar el carácter democrático de estas actividades, por qué “El País” no hacía lo mismo. Le respondí que eso depende de la decisión de sus directivos. Pero de repente, de súbito, se paró Esteban Gonzales Manrique, intelectual y periodista peruano, jefe de redacción de la famosa revista “Política Exterior”, y dijo: Lo que sucede es que El Comercio tiene una imagen distinta en la ciudadanía, está arraigado en la historia del Perú, es una institución nacional. Por ello, cuando convoca tiene una especial aceptación.
Por ser una institución nacional y gracias al esfuerzo de sus directivos, periodistas y trabajadores en general, hemos cumplido 180 años. Hemos durado más de un siglo defendiendo lo más preciado del ser humano: su libertad.