El Perú, como bien sabemos, está inmerso en una crisis política, social y económica, con un Estado que no funciona y que no va a funcionar en el corto plazo, más aún, considerando el gobierno de turno. Por ello, la salida a la crisis debe venir a través del sector privado. Y el primer paso es recuperar la confianza de los ciudadanos en la empresa privada y sus líderes. Pero ¿cómo logramos recuperar la confianza de los peruanos en un entorno de absoluta precariedad institucional, altísima informalidad y fragilidad democrática? ¿Cómo logramos acabar con los altísimos niveles de ilegalidad y corrupción que enfrentamos todos los días?
Los ciudadanos a nivel global están esperando que los líderes empresariales asuman un liderazgo que vaya más allá de sus empresas. De hecho, el barómetro de la confianza de Edelman 2022 encontró que cuando se pregunta sobre lo que las personas esperan de los líderes empresariales, el 81% dice que los CEO deben asumir una postura visible sobre temas de políticas públicas. Y cuando se consulta a trabajadores y empleados sobre qué consideran al aceptar o dejar un trabajo, seis de cada diez dicen que toman en cuenta si el CEO habla públicamente sobre los temas sociales y políticos que preocupan a sus trabajadores. Los ciudadanos están, a nivel global, buscando respuestas en los líderes empresariales. Por ello, uno de los grandes errores de los empresarios en el Perú es creer que el empresario no debe hacer política. Es un error y es, además, una mentira, porque política hacemos todos por decisión o por omisión. Política hace el empresario que financia a un partido, a un candidato o el que financia a un ‘think tank’, los que proponen reformas y hasta los que corrompen funcionarios para lograr beneficios indebidos. Pero política hacen también los que callan y se esconden detrás de un escritorio en el piso 19.
Para recuperar la confianza de nuestros trabajadores y consumidores necesitamos cambiar el liderazgo en las empresas. Necesitamos crear consciencia, hacer empresa de manera ética y esto implica ir mucho más allá del ‘compliance’. Necesitamos un enfoque a largo plazo, sobre todo, si es que queremos sacar al país adelante. Necesitamos tener líderes conscientes, que entiendan que la única manera de asegurar el éxito sostenible de su empresa es haciendo realidad su propósito. Pero un propósito real, no un mantra cosmético. Un líder consciente es una persona de principios, una persona útil a la sociedad. En pleno siglo XXI, ya el viejo paradigma de que el propósito de la empresa es solo generar la mayor rentabilidad posible para ella y sus accionistas no es válido y no se sostiene más. Las empresas conscientes, aquellas que tienen un propósito real, reconocen que existe una interdependencia radical entre la empresa, la sociedad y el planeta. Y, por ello, debemos dejar de lado la visión cortoplacista del “suma cero”, en la cual uno gana y el otro pierde, para pasar a adoptar una visión virtuosa de largo plazo en la que todos se benefician mutuamente.
Las personas quieren tener un propósito en la vida. Quieren trabajar en empresas de las cuales se sientan orgullosos, quieren sentir que están contribuyendo y esto hace que la cultura corporativa sea tan importante para lograr hacer sostenible a una empresa. Y, sin embargo, pese a que sabemos todo lo anterior, estamos inmersos en un capitalismo de corto plazo, en el que uno no se pregunta si la decisión es ética o moral o si sigue el propósito de la empresa, sino si la decisión es legal. Y esta es una de las principales razones de la desconfianza de los peruanos en la empresa privada. Y la realidad es que los mercados y las empresas no serán sostenibles en entornos sociales y políticos que favorecen el abuso del poder, la desigualdad de oportunidades y la corrupción.
Hemos nacido en un país donde la realidad nos obliga a actuar. En un país con un Estado que no funciona, el sector privado debe liderar. De nosotros depende que cambiemos este país y lo hagamos viable.