En el consejo directivo (CD) del Consejo Nacional de Competitividad y Formalización (CNCF) se inició el debate para la actualización del Plan Nacional de Competitividad y Productividad (PNCP), aprobado en el 2019. Los detractores de los planes transversales como el PNCP olvidan que, para países como el Perú, son bastante necesarios si es que logran ser efectivos en alinear al Ejecutivo alrededor de ciertas prioridades. Para eso es clave vincular las medidas al presupuesto público, pero las circunstancias para lograr ello con este plan fueron esquivas. Mientras tanto, se apostó únicamente por estrategias sectoriales, a través del modelo de mesas ejecutivas, olvidando que ambas estrategias son complementarias. Se apostó también a que se seguiría creciendo sin planes de por medio.
El MEF cuenta con tres alfiles para la competitividad y la productividad: el Equipo Especializado de Seguimiento de la Inversión (EESI), las mesas ejecutivas (ME) y el CNCF; sin embargo, su adecuado funcionamiento continúa dependiendo fuertemente del ministro de turno o de los recursos de la cooperación internacional. El CNCF, con más de 20 años de creación, no pudo detener el abandono del PNCP desde el 2021. Por su parte, el EESI, con más de 10 años de creación y que reporta directamente con el ministro, fue recientemente rescatado de ser incorporado a una dirección general. Por alguna razón, que no es solo la crisis política y social, en los últimos años apostamos muy poco por la competitividad y productividad, y eso explica en parte la ralentización en nuestro crecimiento. Desde el 2019, el consejo directivo del CNCF cuenta con siete miembros del sector privado y un representante de los trabajadores; entonces, no ha sido responsabilidad exclusiva del Ejecutivo.
¿Qué debería esperarse de la propuesta de actualización del PNCP? Esta incorpora hitos para los próximos tres años y hasta el 2030, pero incluso para luego del 2026 no hay si quiera una mención a las reformas estructurales que son necesarias para recuperar el alicaído crecimiento potencial del PBI. Así, la propuesta adolece, entre otros, de lo siguiente:
1. Insiste en mantener un exorbitante número de medidas e hitos y no se observa una vinculación al presupuesto. Eso hace más difícil convencer sobre su idoneidad. Los detractores del PNCP olvidan que, desde el 2019, este contiene medidas orientadas a la reducción de la anemia, la simplificación de los regímenes tributarios, la mejora del marco normativo laboral y la creación de la ventanilla única minera, entre otras. Sí, el plan contenía otras medidas poco relevantes, pero había varias que sí lo eran y poco o nada se avanzó a pesar de que los ministerios estaban obligados a hacerlo. Por eso la vinculación al presupuesto es clave.
2. La salud y educación son los pilares para la formación de capital humano. Sin embargo, no hay mención a la reforma universitaria ni a cómo se premiará la meritocracia en los maestros en la educación básica. En salud, se necesitan medidas de gran envergadura para atender la grave crisis de atención desde su primer nivel.
3. En lo laboral, con varios de los componentes de la nefasta Agenda 19 aún vigentes, uno esperaría medidas sobre cómo se buscará incorporar al 76% de la informalidad laboral. Sin embargo, el plan no solo no lo considera, sino que ha eliminado medidas del plan vigente y las que dejó son poco ambiciosas. Será, entonces, visto como una declaración de conformismo al ‘statu quo’ de una normativa laboral poco competitiva y no sumará a la confianza empresarial que se quiere impulsar.
4. No hay ninguna medida sobre el fortalecimiento de Servir ni de las normativas que rigen a los servidores públicos y que fueron duramente afectadas en los últimos años. Tampoco hay medidas para reformular nuestro fracasado proceso de descentralización, sobre seguridad ciudadana, ni para el fortalecimiento de nuestra institucionalidad democrática.
Para el debate dejo dos aspectos: primero, si no hay consensos para una actualización más ambiciosa, tal vez en realidad no se necesite actualizar el plan, sino, más bien, priorizar las medidas relevantes del PNCP vigente, vincularlas al presupuesto y avanzarlas lo más que pueda al 2026. Es más probable recuperar las expectativas por la suma de acciones concretas que por el anuncio de la aprobación de un nuevo plan.
Segundo, un legado de este Ejecutivo puede ser también la consolidación de los tres alfiles para la competitividad y productividad con que cuenta (EESI, ME y CNCF): reagruparlos en un solo ente, para que trabajen coordinadamente en lugar de rivalizar. Además, asegurarles presupuesto, estructura y jerarquía funcional de las que hoy carecen. Quizá ello le permita blindarlos mejor de los futuros vaivenes políticos.