Dos horas después de ofrecer su improvisado concierto en la plaza San Martín, ‘Residente’, el vocalista del grupo Calle 13, me escribió un mensaje directo por Twitter: “te debo el pisco y la entrevista”. Cualquier fanático del grupo boricua se entusiasmaría y se daría interminables volantines de felicidad por esta amistosa comunicación, pero el músico me quería decir algo más. Su mensaje estaba cargado de ironía porque desde que Calle 13 llegó tarde a su concierto en Lima (diciembre 2011) me convertí en su incansable ‘troll’ de redes sociales. Tres años después, cuando se había cancelado su presentación en el Estadio Nacional, recordé ese incidente y volví a la carga. Ya no tenía la chispa, la irreverencia, ni mucho menos la crueldad cibernética para ‘apanar’ virtualmente a otra persona. Pero ‘Residente’, a pesar de que no fui tan picante ni insistente como en el 2011, quiso despedirse de mí. Esa noche, con un poco de nostalgia, yo hice lo mismo con el ‘troll’ que todavía llevaba dentro.
Aquella vez que Calle 13 demoró casi siete horas en tocar en Lima, me despaché en tiempo real con este desliz. Dos factores fueron vitaminas para alimentar al ‘troll’: la música de este grupo no me gustaba y el discurso de su cantante principal siempre me sonó poco convincente. En Facebook y, sobre todo, en Twitter, los critiqué, bromeé con sus tardanzas y no me detuve hasta que ‘Residente’ me respondió. Ese es el triunfo del ‘troll’. Que te respondan, que se molesten, hacerlos perder la paciencia frente al pasivo teclado. Cada mensaje directo del músico era un trofeo de guerra. Un premio a la creatividad.
Días después de ese intercambio de tuits con “Residente” llegaron las Fiestas Navideñas y de Año Nuevo. En ese ejercicio personal por ser cada vez mejor persona, decidí darle muerte lenta a ese ‘troll’ que había creado. Era un ejercicio de responsabilidad y también de respeto. Fue una transición saludable donde también fui golpeado por un ‘búmeran’. Pasé de ser un ‘troll’ a ser ‘trolleado’. El 2012 comencé a escribir esta columna y algunas veces las opiniones no han sido las más cariñosas. Crucé la vereda, pasé a la otra orilla. ¿Te gustaba ‘trollear’? Allí está, pues.
Mea culpa por mis tiempos de ‘troll’. Lo hice y no pienso volverlo a hacer. Lo que un día fue, no será. Tengo algunos ‘trolls’ pero casi nunca les respondo. Es el mejor remedio, debilitarlos con tu silencio. Que te causen ternura, que te conmuevan. Odiarlos jamás será sanador (palabra de ex ‘troll’). Gian Marco escribió hace un par de días que no soporta a sus ‘trolls’ y que siempre les responderá. Tremendo error, lo que debería hacer cada vez que lee a un comentarista impertinente es sacar su vieja guitarra y dedicarle una canción de amor.