Iván Alonso

Salieron las cifras del PBI de agosto, y no son buenas. La producción cayó 0,6% con respecto a agosto del año pasado, la cuarta caída consecutiva. Todo parece indicar que no creceremos este año. La privada también sigue cayendo, y la confianza empresarial está en lo que se llama territorio pesimista. Hay que dar confianza, dicen los economistas, para que suba la inversión, con la esperanza de que esta impulse la producción. El problema es que no sabemos bien de dónde viene la confianza.

A simple vista no existe una correlación, una asociación estadística significativa, entre los índices de confianza que publica, por ejemplo, el BCR y la inversión. Uno tiene que torturar un poco a los datos para que confiesen. La confianza de los empresarios sobre la marcha de la economía en los próximos tres meses está debajo de 50 puntos (línea que divide el optimismo del pesimismo) desde hace más de dos años. Y, sin embargo, durante todo el 2021 y la primera mitad del 2022, la inversión privada quebró un récord tras otro. Recién comenzó a bajar en el tercer trimestre del año pasado, cuando ese indicador llegó a su punto más bajo (o casi).

Otros indicadores que publica el BCR, como la confianza en la economía a 12 meses, que generalmente es mayor que la confianza a tres meses, o la confianza de cada empresario en su propio sector, tampoco caminan de la mano con la inversión. Donde sí se nota una correlación es entre los cambios en los índices de confianza y la variación de la inversión de un trimestre a otro. Eso, en medio de todo, es alentador porque significa que no es necesario que el país rebose de optimismo para que la inversión privada comience nuevamente a crecer. Bastan algunas señales para que, poco a poco, la confianza se reconstituya. Pero seguimos sin saber cuáles son exactamente esas señales.

Las variaciones en la inversión privada están asociadas más estrechamente con los cambios en las expectativas sectoriales a tres meses. No es ninguna sorpresa. Cuando un empresario llena la encuesta y dice que se siente optimista es porque ya está invirtiendo. Pero ese optimismo no tiene ningún valor de predicción para los siguientes trimestres.

¿Cuáles han sido esos momentos en los que la confianza empresarial dio un salto hacia arriba? El año 2017, después de las lluvias, fue uno. El 2020, después de la primera cuarentena, fue otro. En ambos casos la inversión privada creció rápidamente. En el primero, quedó la sensación de un que afrontaba competentemente los desafíos de la naturaleza. En el segundo, fue todo lo contrario; quizás una sensación, más bien, de alivio. Un tercer caso ocurrió a fines del 2021, cuando lo que se percibía por todas partes era pura incompetencia. Difícil, pues, decir qué debe hacer el Gobierno para dar confianza a los empresarios. O si esta depende de lo que haga o no haga el Gobierno.


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Iván Alonso es Economista