Nuestros actuales congresistas llegaron al poder en el 2021, pensando que no tendrían la posibilidad de ir a la reelección. Si no había reelección, ¿por qué habría de importar la aprobación popular?
Así pasaron los primeros tres años del Congreso, que ha llegado a tener un 5% de aprobación popular, según la última encuesta del IEP (enero del 2024).
Ahora, con la bicameralidad –que incluye la reelección– ya aprobada y promulgada, es un hecho que los actuales congresistas podrán postular para ser reelegidos, o incluso aspirar al Senado. ¿El problema? El nivel de aprobación del Congreso.
Para aquellos congresistas que quieren ir a la reelección o al Senado, hay mucho por hacer y muy poco tiempo para hacerlo. La bicameralidad y la reelección, más allá de todo lo que implican como reformas constitucionales –siempre he estado a favor de ambas–, van de la mano también con un cambio de chip. Desde que se aprobó la norma, muchos de nuestros congresistas han empezado a pensar también como candidatos. Si un congresista quiere tener la posibilidad de ser reelegido, tiene que ganarse la aprobación de todos aquellos que votaron por él o por ella. No solo eso, sino que, en la mayoría de los casos, el congresista tendrá que ganarse también la aprobación del partido político por el que quiere postular –que puede o no ser el mismo por el que postuló en el 2021–. Debe probarle al partido que él merece ser considerado para la reelección.
Parece una tarea imposible para la mayoría de los congresistas, considerando el escaso aprecio que la población les concede, ¿no?
Aun así, que no quepa duda: muchos lo intentarán. ¿Qué significa esto? La posibilidad de más leyes, más rápido y con un corte más populista. Todo lo que no se logró en tres años quizá se puede lograr ahora. Porque ahora sí lo que pensamos es relevante para el Congreso.
Siempre he creído que la reelección es buena. Es un incentivo potente para que alguien llegue al Congreso con una visión de largo plazo, lo que lo obliga a rendir cuentas a sus electores constantemente. Sin embargo, la situación en la que estamos ahora es muy particular. Como mencioné al inicio, los incentivos para la reelección no existían hasta hace unas semanas. Por lo tanto, muchos congresistas perdieron la oportunidad de establecer objetivos de largo plazo desde el 2021. Ahora se enfrentan a un panorama complejo. Tienen dos años para intentar ganarse el favor de la gente –una tarea monumental– y convencernos de volver a votar por ellos.
Una batalla cuesta arriba, sin duda.